El peligro de Kaiser

El peligro de Kaiser

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Se ha iniciado la absurda veda de encuestas, señal de que estamos a solo 15 días de la elección. Una elección que ha tenido algo permanente desde su inicio: la sensación de que el oficialismo no tiene ninguna opción de mantener el Gobierno. Pero, al mismo tiempo, ha tenido algo dinámico: la sólida posición con la que inició el año Matthei se esfumó, para dejar paso a una sólida posición a Kast, que hoy se ve amenazada por Kaiser.

Así es: Kaiser es el fenómeno de la última milla de esta elección.

Con evidentes habilidades comunicacionales, con la cordialidad de quien firma sentencias de muerte con buena letra y con el desparpajo de quien inicialmente no tenía opción alguna, ha ido ganando adeptos en un mundo que no está para medias tintas. Ha logrado hacer una amalgama entre el libertarismo de Milei y la dureza de Bukele.

Se autocalifica de derecha sin complejos. Tan sin complejos que en sus actos se entona la misma estrofa del himno nacional que cantaba Pinochet. Así. Sin complejos enarbola uno de los principales símbolos de la dictadura.

A quienes le dicen que su discurso es extremo, él —en cambio— lo llama “sentido común”. El sentido común que alguna vez sostuvo que la tierra era plana.

El es Johannes Kaiser, el convidado de piedra de esta elección.

El mismo que alguna vez se preguntó si había sido buena idea darles voto a las mujeres. El mismo que alguna vez señaló que “un 62% de las mujeres tiene la fantasía de ser violadas”. El mismo que habló de condecorar con “una medalla de honor” a los violadores “de mujeres feas”.

Y si bien hoy matiza sus dichos de un pasado que no es tan lejano, esta misma semana nos adelantó que nos saldremos del Tratado de París y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Y como si eso no hubiera sido suficiente, nos adelantó lo más grave: asonó los vientos de guerra para advertir que si siguen los contrabandos de autos a Bolivia, “le van a tener que cambiar el nombre a la capital, porque La Paz no va a ser”, amenazando con cerrar la frontera y borrar acuerdos.

Llegó la hora de tomarse en serio a Kaiser, porque es un fenómeno que rima con muchos líderes autoritarios que se han iniciado de la misma forma.

“Si no fueran tan temibles, nos darían risa. Si no fueran tan dañinos, nos darían lastima”, dice el trovador.

Cabe preguntarse el por qué hoy las derechas en sus distintas versiones suman cerca del 60%, cuando está fresco el recuerdo del estallido social. Y la respuesta está precisamente en lo mal que envejecieron las ideas enarboladas por la generación que hoy gobierna y el magro legado de su gestión.

En un mundo donde los extremos gritan y el centro calla, la racionalidad se vuelve un acto subversivo. Y recordar que el otro no es un enemigo, sino una posibilidad de lograr acuerdos, es simplemente un acto de cobardía.

Hoy las últimas encuestas muestran a Kaiser tercero y subiendo. Eso significa que no es descabellado pensar que pueda llegar a segunda vuelta. Si aquello ocurre, sería un verdadero drama para Chile. Dos extremos en juego en un país que en algún momento pensó que podía ser, al ritmo de Mozart, una segunda vuelta entre Tohá y Matthei.

El extremo que implica una candidata marxista leninista que hoy juega al travestismo de la moderación tendría al frente ya no a la centroderecha tradicional, ya no a la derecha conservadora, tendría al frente a la derecha extrema.

Esa segunda vuelta haría muy probable instalar a una presidenta comunista en La Moneda. Y en caso de que ello no ocurra, significaría tener a otro liderazgo ultra gobernando el país.

Y como dijo ese viejo escritor francés del siglo XVIII, del fanatismo a la barbarie solo media un paso…(El Mercurio)

Francisco José Covarrubias