El título de la reciente columna (4 de diciembre) de Juan Francisco Galli constituye un inesperado halago para la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) y sus 80 años de historia. Desde su fundación, encabezada por Clotario Blest, la ANEF ha sido determinante en el avance de derechos sociales y laborales en nuestro país, así como en la construcción de la unidad del sindicalismo chileno. Es cierto, la ANEF ha sido un muro estructural que ha sostenido los avances democráticos de la sociedad chilena.
Pero también ha sido un muro en el sentido que el propio Galli sugiere: un muro en la defensa de los derechos humanos de chilenas y chilenos perseguidos por la dictadura; un muro frente a los intentos de desmantelar la función pública; un muro frente a la eliminación de derechos laborales y sociales. Así, la ANEF ha cumplido plenamente su rol histórico.
Revisemos las diferencias entre sus afirmaciones y las posiciones de la ANEF.
La primera diferencia es nítida: Galli afirma que la ANEF es una organización “gremial”, algo que simplemente no es cierto. La ANEF se ha construido como una organización sindical, orientada a la emancipación de las y los trabajadores chilenos y a avanzar en los derechos de las y los funcionarios públicos, históricamente sometidos a la más profunda discrecionalidad.
La ANEF es un actor político-sindical, activo en las alianzas sociales, sin inhibiciones para expresar opiniones y posiciones no solo sobre temas específicos de sus afiliados, sino también sobre las necesidades del país, el Estado que Chile requiere y el sentido de la función pública.
Hablamos desde veredas distintas. Mientras la ANEF se asume como organización sindical con proyecto político para la sociedad, la mirada de Galli se inscribe en una tradición conservadora que limita la acción sindical al estrecho ámbito corporativo, funcional al inmovilismo social.
La segunda diferencia dice relación con una confusión deliberada que Galli introduce en su texto. Mezcla la obligación de abstención electoral que rige para las y los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones —norma que, por cierto, la ANEF respeta—, con el ejercicio de la libertad sindical que ampara a las organizaciones para fijar posición en todas las materias que sus órganos democráticos determinen.
Eso es precisamente lo que ha definido nuestra reciente Asamblea Nacional, y no es la primera vez que sucede. En distintas coyunturas, cuando la ANEF ha evaluado que las alternativas en disputa en la política nacional amenazan con retrocesos para las mayorías populares y para los derechos de las y los funcionarios públicos, ha tomado opciones en el debate presidencial y respaldado a los/as candidatos/as cuyos programas se acercan más a su visión de país: uno con más y mejor Estado, más y mejor función pública y un empleo público digno, estable y protegido frente a la arbitrariedad. Hoy, es también nuestra respuesta frente a los “mantras” de la ultraderecha: la falsificación de que Chile tendría un Estado “excesivo” y “parasitario”.
Una tercera diferencia se relaciona con las prioridades definidas por la Asamblea en los procesos de negociación en curso. Es falso que la ANEF haya dejado de lado las propuestas de modernización y fortalecimiento del Estado. Por el contrario, cada avance en materia de modernización del Estado en los últimos 30 años ha contado con propuestas y respaldo de la ANEF.
Sorprende que, tras describir la ficción jurídica en que opera la contrata en el Estado, Galli califique la demanda de estabilidad laboral como un “mantra”, cuando es una necesidad para su buen funcionamiento. Por décadas, la ANEF ha insistido en modernizar el empleo público para superar la precariedad laboral que incuba tanto la arbitrariedad en contratación, despidos y evaluaciones, como la corrupción, la que se despliega desde espacios en que predominan los nombramientos de carácter político y la discrecionalidad.
En ese marco, las definiciones que la ANEF ha tomado en su Asamblea Nacional son absolutamente legítimas y necesarias. No se agotan en la coyuntura electoral: forman parte de las proyecciones estratégicas del país y de la organización, amparadas plenamente en la libertad sindical y en la voluntad de construir un proyecto de país para las mayorías.
Sí, la ANEF es un muro. Un muro para construir a Chile como la casa de todas y todos, para defender la función pública y al Estado frente a quienes quieren subordinarlos a los intereses de minorías que han concentrado riqueza, controlado el poder y condicionado el debate político para seguir acumulando privilegios en una sociedad profundamente desigual. (Emol)
Carlos Insunza Rojas
Secretario general ANEF



