El mandato de la nueva derecha popular-Álvaro Vergara

El mandato de la nueva derecha popular-Álvaro Vergara

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En 2017, José Antonio Kast iniciaba un proyecto para consolidar una nueva derecha. En esos años, la izquierda avanzaba en el país, penetraba en las juventudes y se instalaba en la discusión pública como la única opción legítima. El peak de apoyo a dicho sector culminó en el estallido social y en el fracaso constituyente; porque, aunque algunos lo nieguen, Chile sí se izquierdizó en aquel periodo. La crítica al modelo, a la Constitución o a las AFP eran la opinión por defecto, y esas son las banderas históricas de la izquierda que fueron adoptadas por políticos e intelectuales de derecha. Sin embargo, el mal manejo de la propia izquierda, que se obnubiló con el sueño revolucionario y la violencia, le hizo perder el apoyo. El gobierno de Boric le dio la estocada final.

En el periodo mencionado, Kast sostuvo la defensa de los principios del Estado de derecho, incluso cuando algo tan básico resultaba políticamente incorrecto. Recordemos que se creía legítimo saltar el torniquete del metro o incumplir las leyes cuando se consideraban injustas. En el momento más inclinado hacia la izquierda desde el retorno a la democracia, Kast -junto a otras figuras- logró que el cerco no se corriera tanto, muchas veces arriesgándose a ser ridiculizado. De hecho, varios que lo aplauden hoy, ayer se burlaban de él. También advirtió, bajo fuego amigo, que había terrorismo en la Araucanía, que Chile debía recuperar el control de las fronteras y que las policías debían recuperar el respeto. La fuerza de las circunstancias terminó dándole la razón en varios puntos.

Hoy Kast empieza a recoger los frutos de lo que plantó (y “por sus frutos los reconoceréis”). Cuando los partidos de centroderecha se elitizaban, él apostó por conformar una derecha popular. La idea era centrarse en lo más básico de la condición humana: cubrir necesidades materiales y garantizar seguridad. Así, la derecha volvió a disputar las poblaciones; a identificarse con el pobre, la viuda y el huérfano. Sus mejores elementos no se enclaustraron en el Distrito 11, y los bastiones históricos de la izquierda fueron disputados de igual a igual, en parte gracias al liderazgo del Republicano. En esta elección, Kast es el candidato de quienes sufren los efectos de la inmigración ilegal, del deterioro del mercado laboral, de las listas de espera, de la crisis de seguridad y de la disolución de la familia que destruyen los pilares de nuestra República. El desafío está en poder aprovechar este impulso para ganar la segunda vuelta, mantener posiciones duras en dichos asuntos y hacer un buen gobierno.

Porque Kast debe ser un comisario: tiene un mandato del pueblo, y si deja de perseguirlo, su candidatura pierde sentido.

En esa línea, las condiciones para recomponer varios de los presupuestos para un orden social sano nunca habían sido más favorables. El panorama no es óptimo, pero hay espacio para maniobrar. La derecha contará con una buena presencia en el Congreso, y el Partido Republicano deberá ser prudente al aprovechar esa ventaja para definir sus prioridades. En ese proceso se verá el liderazgo que Kast ha mostrado en los últimos años: uno guiado por principios. Un ejemplo ocurrió en campaña, cuando Evelyn Matthei se abrió a la pena de muerte para sumar votos, mientras Kast se negó a apoyarla por su respeto al transcurso natural de la vida. Ese tipo de gestos en el ejercicio del poder son los que construyen estadistas.

Lo que se viene será duro. A Kast lo atacarán por todos lados: desde la derecha apolítica y elitista -representada por algunos miembros de Evópoli, que hundieron la candidatura de Evelyn Matthei- hasta la izquierda. Buscarán motivos para confundirlo, hurgarán en el pasado y apelarán a la dictadura. Se infundirá el terror en la población con tal de que no llegue al poder. Defenestrarán a sus votantes, los tratarán de ignorantes y “fachos pobres”. Pero Kast ya enfrentó algo similar y sabe que es ahora o nunca. Está en su mejor momento, en la madurez de su carrera política, cuenta con equipos para gobernar y conoce Chile. Esta es la oportunidad para llevar impulsar un proyecto de derecha social que pueda preservarse en el tiempo y que permita, finalmente, entregar la banda presidencial a alguien del sector. (El Líbero)

Álvaro Vergara