El futuro en la mano de Kast

El futuro en la mano de Kast

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Pocas veces el futuro de Chile ha estado en tan pocas manos. Este es uno de esos casos.

En las próximas semanas se empieza a elaborar la nueva Constitución con las mayorías, los 3/5, los 2/3, los membretes y las campanillas en las manos de la derecha.

Los 23 consejeros de la ola republicana (aunque uno haya renunciado) son quienes pondrán la música. Son quienes definirán el tono, la forma y el fondo. Y esos 23, paradójicamente, son 23 y uno al mismo tiempo. Una especie de santísima trinidad política, para un partido profundamente religioso.

Es que en todas las regiones de Chile hubo un solo candidato: José Antonio Kast. Ni el profesor Silva ni ninguno de los candidatos electos eran conocidos más allá del círculo parroquial. La gente no los escogió a ellos. Escogió a Kast. El 36% de los votos empieza con la letra K.

Ello marca una gran diferencia con la alta votación de la lista del Pueblo en la barahúnda anterior, que no solo no tenía un liderazgo claro, sino que fue una especie de frazada hecha con cuadrados de lana. Cada uno con su identidad, cada uno con su color. Y el resultado fue horrible.

La gente que votó por el Partido Republicano, en cambio, sabía que estaba votando por JAK, por lo bueno y lo malo. La oferta era seguridad y el empaquetamiento era la crítica al Gobierno. Nadie puede argüir desconocimiento, a estas alturas, de sus visiones de Pinochet, del aborto y de tantas cosas más.

Guste o no, será José Antonio Kast quien —al ritmo de Strauss y de los Quincheros— pondrá la música. No directamente, pero a través de la votación de un grupo de consejeros rumiantes y domesticados.

Así las cosas, es clave entender al pastor de esas ovejas.

Lo primero es su domicilio.

Las etiquetas de ultraderecha o extrema derecha son complejas de usar. Como lo son en la izquierda. Pero es difícil calificar de ultra o extrema derecha a Kast. Forzados a poner una etiqueta sería más bien la de derecha ultraconservadora. Está acompañado, eso sí, de no pocos extremos y ultrones (cuyos exponentes más claros son De la Carrera y Kayser).

Y pese a que la política y el sexo generan extraños compañeros de cama, Kast no tiene mucho que ver con el libertario de Milei, ni con los mesiánicos Bolsonaro o Trump, ni con los fanáticos presidentes de Polonia y Hungría. Su mayor parecido está en Vox en España y la Meloni en Italia. Y es con Meloni donde aparece el más interesante referente, ya que ella ha usado el poder con moderación, lo que la tiene en altos niveles de popularidad, sin desdibujar su figura.

José Antonio Kast es un personaje singular. Sin un tono grandilocuente, bajo su vestimenta noventera y su rigurosa partidura esconde un sentido casi religioso de la política. Más que por creer en un fundamentalismo, por creer que la divina Providencia lo ha puesto ahí.

En economía no parece sentirse cómodo, como lo mostró en los debates. Lo suyo son los “valores” y la patria. Es la bandera brasileña con la palabra moralidad intercalada: “Orden, moralidad y progreso”. En eso se parece en casi todo a Jaime Guzmán, porque lo de Guzmán tampoco eran los precios, eran los “valores”.

En política hay que ser osado y Kast lo es. Ha recorrido el país completo, recibiendo toda clase de insultos y ha tenido que esconderse varias veces para que no le peguen. Pero ahí aparece el sentido casi religioso de la política que lo vuelve a unir con Guzmán.

Y los kilómetros andados le dieron fruto. Qué duda cabe.

El problema es que tendrá que conciliar lo identitario (rápidamente aparecerán los que lo llamen traidor si es que claudica) con lo pragmático…

Porque, qué duda cabe, el comité de expertos resultó ser un acierto y, paradójicamente, el salvavidas de la izquierda. Renunciar a poner su impronta tomando el texto de los expertos puede ser el game over del tema constitucional, pero una claudicación que le puede desdibujar su identidad. Así, deberá andar los próximos seis meses en la cornisa entre gobernabilidad e identidad, decidiendo solo hacia dónde moverse.

Si busca hacer, como menciona Ezequiel en la Biblia, “desaparecer del país a las bestias feroces, para que mis ovejas puedan habitar seguras en el desierto y dormir tranquilas en los bosques”, no tiene posibilidad de perdurar ni la Constitución ni su liderazgo.

Si, en cambio, la conducción del proceso es efectiva, es el próximo presidente de Chile. En especial si actúa como republicano y no como Republicano. Aunque ello no será nada fácil.

Así, nos guste o no, lo que queda del año lo escribe JAK.

Y como diría Serrat, “que Dios lo inspire o que Dios lo ampare”. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias