El empleo, la pata coja de la recuperación-Sebastián Claro-Rodrigo Vergara

El empleo, la pata coja de la recuperación-Sebastián Claro-Rodrigo Vergara

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A un año del inicio de la pandemia, la normalización de la economía mundial comienza a tomar ritmo. De la mano de vacunaciones masivas y de impulsos fiscales y monetarios extraordinarios, las principales economías del mundo han mejorado sus perspectivas. Ello se ve reflejado, por ejemplo, en la mejora reciente de las perspectivas de crecimiento del Fondo Monetario Internacional para 2021. El FMI estima un crecimiento para el mundo de 5,5% en 2021, superior en tres décimas al proyectado en octubre pasado, y para Estados Unidos, la estimación de 5,1% en 2021 es dos puntos más alta que lo estimado hace pocos meses. Así, aunque la incertidumbre es alta, así como lo son la velocidad y el éxito de los procesos de vacunación, las expectativas y las cifras comienzan a dejar atrás la crisis del covid.

En Chile, con vaivenes, las cifras también han sido positivas. La economía ha tenido una recuperación significativa, y está ad portas de recuperar el nivel de actividad observado antes de la pandemia. En efecto, el indicador de actividad económica mensual del Banco Central es hoy solo 1,5% inferior al de entonces. La recuperación del comercio y en menor medida de la actividad industrial contrasta con una débil recuperación de los servicios, actividad intensiva en mano de obra y en relaciones sociales.

El empleo es, sin lugar a dudas, la pata coja de la recuperación. La pérdida de empleos ha sido sustancial —con un millón menos de empleos respecto de lo observado con anterioridad a la crisis—. La dificultad para retomar el dinamismo en el mercado laboral es el reto más grande por delante. Ninguna política fiscal paliativa es capaz de compensar a mediano plazo la generación autónoma de ingresos laborales, por lo que la discusión sobre políticas públicas debiera reenfocarse en la creación de empleo.

¿Qué dificulta la creación de empleos? Las hipótesis son varias, y aunque resulta difícil confirmar algunas y rechazar otras, posiblemente haya algo de verdad en cada una. El trabajo responde con rezago a la recuperación. Históricamente ha sido así, y esta vez no debiera ser diferente. Más aún, las actividades más intensivas en mano de obra, como los servicios, han sido particularmente afectadas por la pandemia, por lo que la lentitud en retomar las actividades sociales normales retrasa la creación de puestos de trabajo. La fuerte y exitosa campaña de vacunación que ha impulsado el Gobierno debiera, más temprano que tarde, permitir una apertura mayor de las actividades, dejando atrás las cuarentenas. A su vez, la adopción masiva de tecnologías y trabajo a distancia abre una interrogante importante sobre el empleo en numerosas industrias.

Pero las explicaciones basadas en una menor demanda por trabajo no son completas. La disponibilidad a trabajar también se ha reducido. Al temor a infectarse se debe agregar la dificultad para volver a los colegios, que dificulta enormemente —especialmente a las mujeres y madres— el acceso al trabajo. Mientras no se normalice la situación en las escuelas, difícilmente se normalizará la posibilidad de trabajar de miles de personas. Por último, la justificada política de bonos y cheques en apoyo de las familias, en conjunto con los gigantescos recursos obtenidos de los (injustificados) retiros de los fondos previsionales, han generado niveles de ingreso que, en muchos casos, pueden estar desincentivando la búsqueda de trabajo o pueden estar incentivando la informalidad para mantener acceso a los beneficios. Estas restricciones a la oferta podrían explicar las dificultades en los últimos meses para encontrar trabajadores en diversos sectores, como el agrícola o el de la construcción.

Mientras no se normalice la vida social, la política fiscal deberá seguir apoyando de manera focalizada a las familias en mayor dificultad. Sin embargo, ha llegado la hora de empezar gradualmente a redirigir recursos públicos desde transferencias directas a hogares hacia obras y programas que reaviven la actividad, faciliten la inversión y así promuevan la creación de empleos formales y de calidad. También corresponde, más allá de las medidas en el corto plazo, liberar paulatina pero decididamente las restricciones a la movilidad, de manera de facilitar la vuelta de las personas a la fuerza laboral. Las perspectivas de ingreso y estabilidad dependen crucialmente de avanzar en esta dirección.

Sebastián Claro
Universidad de los Andes

Rodrigo Vergara
Centro de Estudios Públicos

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