El despertar de la lucidez

El despertar de la lucidez

Compartir

Mientras algunos aún se recuperan de las fiestas de fin de año, los gigantes del alcohol enfrentan una pérdida de $100.000 millones tras apostar a que seguiríamos celebrando como en los años 90. Hace una década, pedir algo sin alcohol en un evento social o de negocios atraía miradas curiosas y requería explicaciones innecesarias. Hoy, las alternativas 0.0 son una elección cada vez más común y aceptada. Lo que estamos presenciando es una auténtica revolución cultural.

En muchas partes del mundo, prácticas ancestrales de mindfulness están siendo redescubiertas, mientras emergen nuevas formas de explorar la conciencia. Esta es la misma generación que sigue a expertos como Huberman y experimenta con los límites de la creatividad y el bienestar. Estamos siendo testigos de una transición clara: la lucidez toma el lugar del olvido, y la presencia desplaza a la evasión.

Desde Chile, veo esta transformación tomando forma de manera particular. En ciudades como Santiago, comienzan a surgir espacios donde el café de especialidad y las actividades al aire libre reemplazan las salidas nocturnas. Se nota un cambio en la manera de conectarse: un énfasis creciente en actividades conscientes y experiencias que realmente suman.

Pero este cambio no ocurrió de la noche a la mañana. Las leyes y nuevos marcos normativos han desempeñado un papel crucial en este proceso. La concientización sobre los daños que puede causar infringir una norma o faltar a las buenas costumbres ha marcado un punto de inflexión. Ya no se trata, por ejemplo, de evitar una multa por conducir bajo los efectos del alcohol; sino de comprender que unas copas de más pueden costar una vida, cambiar otra de forma irreparable o incluso borrar una existencia.

En el ámbito laboral, el impacto de «unas copas de más» puede ser aún más profundo de lo que imaginamos. No se limita a cuestiones de reputación o desempeño, sino que toca elementos esenciales como el liderazgo, la integridad y la confianza que une a los equipos. Una mala decisión, una palabra inadecuada o una acción fuera de lugar, muchas veces motivada por el exceso de alcohol, puede dejar huellas permanentes en la otra persona, fracturar relaciones, debilitar la autoridad de un líder y erosionar la cultura organizacional.

Los casos en los que el consumo excesivo de alcohol trasciende al ámbito laboral no son nuevos, pero ejemplos recientes, como el after office de BHP o el episodio de Monsalve y los pisco sours, evidencian la gravedad de su impacto. Estos escándalos han derivado en consecuencias personales, profesionales y legales que pocos previeron. Son recordatorios contundentes de que, en un entorno laboral, cada acción importa, y cada decisión tomada bajo los efectos del alcohol puede tener un costo inmenso.

Esta creciente sensibilidad ha llevado a las empresas a fortalecer el cumplimiento y a las personas a reconsiderar cómo celebran. En un mundo donde una mala decisión puede quedar registrada para siempre, proteger la reputación ya no es un lujo, sino una necesidad.

Sin embargo, este cambio va más allá de lo que bebemos; se trata de replantear el porqué y el cómo nos reunimos. No es una moda pasajera, sino una evolución de la conciencia, impulsada por la cultura, las leyes y una mayor responsabilidad social. Como alguien que no bebe, me entusiasma ver cómo las generaciones más jóvenes optan por caminos distintos: menos escapismo y más conexión genuina con la vida, con quienes los rodean y con las consecuencias de sus decisiones.  (Red NP-DOD)

José Ignacio Camus

Co Fouder de Admiral Compliance