Con José Antonio Kast electo Presidente de la República como escenario más probable, comienza la compleja tarea de administrar las altas expectativas que los chilenos han depositado sobre su eventual nueva administración. La ciudadanía anhela un cambio radical, especialmente en seguridad e inmigración. El delivery, es decir, la capacidad de mostrar resultados concretos en estos ámbitos no es fácil de alcanzar en cuestión de días o semanas. Volver a tomar el control de las fronteras y desarticular las redes de crimen organizado será una labor ardua, que indudablemente tomará tiempo.
Por eso, tan importante como el resultado, parecen ser las señales. Bastó que Kast fuera sincero y transparente con la población inmigrante en el sentido de que “quien entró por la ventana y no por la puerta, tendrá que salir” para que se rompiera la inercia. El Gobierno de Perú decretó estado de emergencia en la frontera con Chile y anunció un comité binacional de cooperación migratoria, porque los primeros movimientos de inmigrantes irregulares que buscan salir del país se han iniciado. Bastó una declaración.
Porque el poder es eso, es un orientador de conductas. El politólogo Robert Dahl lo definía como aquella relación entre dos actores, A y B: donde A logra que B haga algo que, de otro modo, B no haría. En este caso, el actor A —Kast, aún sin asumir— emite una señal, y el actor B —parte de la población inmigrante en situación irregular— modifica su conducta a partir de ella. Porque el poder, antes que una firma, un decreto o una investidura, es eso: la capacidad de orientar la conducta.
Entre avances que demorarán y señales ejemplificadoras que irán abonando a trazar un camino, lo fundamental para el Gobierno de Kast es recordar una y otra vez el objetivo, una meta que se proyecta en un horizonte. Es, por ejemplo, lo que Javier Milei ha hecho en Argentina de manera magistral. En el país trasandino “bancan” al líder de La Libertad Avanza porque saben que no ha vendido humo, por el contrario, ha sido sincero en mostrar que el camino trazado puede ser difícil, quizás tardar más de lo que esperado, pero lo importante es no retroceder ni claudicar en ese norte. Porque ¿qué es gobernar sino administrar tensiones entre urgencias inmediatas y metas de largo aliento?
Si Kast logra modelar a la opinión pública en esa dirección, no sólo mantendrá viva una épica, tan esquiva para los sectores de derecha que en ocasiones anteriores han entendido la administración del Estado como un mero ejercicio de micromanagement, sino que también conseguirá respaldo ciudadano. Y las primeras señales que ha dado, parecen auspiciosas.
En ese equilibrio entre expectativas y horizonte, entre señales y resultados, se decidirá no sólo el éxito de su administración, sino también la oportunidad histórica de que la derecha chilena vuelva a brindar una oferta de sentido para la ciudadanía, que sea no sólo capaz de movilizar mayorías contingentes sino también de proyectarse en el tiempo. (Ex Ante)
Jorge Ramírez



