Una de las razones del declive final del imperio romano de Oriente, fue lo que se conoció como la plaga de justiniano. Un brote de peste bubónica en el siglo VI, que se expandió rápidamente por todo el imperio y mató casi un tercio de la población. La escasez de mano de obra hizo subir exponencialmente los salarios, lo que molestó a Justiniano, que no halló nada mejor que dictar una ley que prohibía pagar a los trabajadores más que lo que ganaban antes de la plaga. El resultado era previsible, como siempre que se pelea contra la ley de la oferta y la demanda, la ley se desobedeció y los salarios se mantuvieron igual.
El Banco Central dijo algo obvio, bajar las horas de trabajo y subir el ingreso mínimo explica parte del desempleo. No hay que estar en desacuerdo con eso, es una verdad del porte de una catedral. Si sube el precio de un servicio, baja su demanda, no al revés. Chile no es que esté muy exigido. Tenemos vacaciones legales de 15 días hábiles (EE.UU. no tiene legales), 16 días feriados (somos top 10 en el mundo) y finalmente en el sector público tienen 6 días administrativos adicionales (más 33 de licencia en promedio). Eso sumado a 52 fines de semana por año (104 días), son algo más de cuatro meses, que los empleadores pagan por un trabajo que no se hace.
Así no es raro que ganemos poco porque las 40 horas semanales no es que las trabajemos con la vista abajo y sin distraernos, somos buenos para sacar la vuelta y eso se nota en nuestra productividad. Si se genera poco se gana poco. Esto explica en parte la desigualdad, porque los ricos trabajan todo lo que quieran. Podemos ser felices así, pero todo en la vida tiene un costo, y trabajar poco y mal no es la excepción, se paga con menores ingresos.
El precio del trabajo también lo fija la oferta y la demanda, como aprendió Justiniano e ignora nuestro Presidente. Si se fija la jornada laboral en 40 horas mensuales y el ingreso mínimo en 2 millones mensuales, para trabajar poco y ser felices, sólo tendrán trabajos formales las personas que produzcan más de 50 mil pesos por hora, el resto queda cesante, o trabaja informal. Algunos creen que es la negociación colectiva la forma de ganarle a la oferta y la demanda. Esto es un error, los que negocian se favorecen transitoriamente por mejoras salariales, pero el costo lo pagan los que no se contratan porque se invierte en maquinaria y cuando recurren a malas artes terminan sin pan ni pedazo como les pasó a los sindicatos del terminal de contenedores de Maersk o a los del call center de Delta Airlines que terminaron cerrando. Y respecto de la negociación ramal, además de ser monopólica e ilegal porque los competidores de una industria se coluden en el precio del trabajo, el costo lo pagan los consumidores con un aumento de precio de los productos y servicios que venden los coludidos.
En Chile todos pensamos como Justiniano, basta una ley para resolver cualquier problema. Chile funciona bien cuando los economistas la llevan, porque ellos entienden que todo tiene un costo alternativo, y un precio sombra, pero Dios nos libre cuando los abogados se hacen cargo. Toda regla de conducta tiene costos y beneficios y sólo se debe legislar cuando los beneficios superan largamente a los costos, pero explicarle esto al FA es como es como enseñarle matemáticas a un burro. La PGU, por ejemplo, que benefició a los jubilados, no fue gratis. Hubo que subir impuestos incluyendo el IVA a las casas. Mejoramos las pensiones de los viejos y empeoramos el acceso a la vivienda de los jóvenes. No en vano el economista Thomas Sowell dice que en política no hay soluciones sino sólo compensaciones y renuncias (trade offs), porque los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas. Por eso es mejor vivir en Narnia con el Presidente, el FA y la Fundación Sol, ahí la gravedad no existe, la tierra es plana y mientras más caro es un servicio más demanda se crea por él.
Nuestro Presidente tiene dos problemas, está lejos del mundo de la empresa, no lo conoce ni parece interesarle y quiere que las políticas públicas se evalúen por sus intenciones y no por sus efectos. Esa combinación de desinterés y voluntarismo es mala para gobernar un país y pésima para legislar. La economía moderna, especialmente por la inteligencia artificial, está demandando mayores flexibilidades: de horario, remuneraciones, lugar y funciones del trabajo y las rigideces conspiran en contra del empleo, la desigualdad y el progreso, aunque Justiniano y el Presidente estén en desacuerdo. (El Líbero)
Gerardo Varela



