No hace tanto que Joaquín Lavín lideraba las encuestas de la que, aún después del estallido social, parecía otra elección presidencial como las siete que han tenido lugar en el país desde el retorno de la democracia en 1990. El primer indicio que las cosas no serían como antes fue la repentina delantera en las encuestas del alcalde Daniel Jadue a mediados de 2020, una posición que sostuvo durante un tiempo suficientemente prolongado como para asegurarle, o eso se creía, un puesto en la segunda vuelta de la carrera hacia La Moneda.
Hasta que las primarias de julio pasado, apenas cuatro meses antes de la primera vuelta, vinieron a trastocar completamente lo que ya se daba por hecho: una confrontación entre Jadue y Lavín. Las inesperadas victorias de Boric y Sichel sepultaron los sueños presidenciales de los alcaldes que entonces dominaban las preferencias, convirtiendo a la elección presidencial en una competencia cada vez más ininteligible. Hubo un breve momento en el que otro nombre, el de la flamante Presidenta del Senado Yasna Provoste, pareció que podría competir amagando seriamente las posibilidades de Sichel. Pero una nueva sorpresa aguardaba esta vez en la parte baja de la tabla: la que desde allí ha propinado José Antonio Kast, dejando atónito a medio mundo. Ha sido el candidato republicano y no la senadora quién ha terminado por desplazar –es lo que parece– a Sichel de la competencia por un lugar en la segunda vuelta.
En cosa de meses, este verdadero “baile de los que sobran” acumula ya cuatro nombres –Lavín, Jadue, Provoste y Sichel– que por momentos se constituyeron en candidatos competitivos para la papeleta de la segunda vuelta electoral. Y dos –Boric y Kast–, que hasta agosto pasado parecían destinados a jugar papeles secundarios, en el caso de Boric casi ninguno, asoman ahora mejor posicionados para anotar los suyos en la papeleta del 19 de diciembre.
Pero lo que podría conferirle rasgos verdaderamente inéditos y quizá irrepetibles a esta contienda presidencial es la posibilidad que asomó en los últimos estudios de opinión pública (no habrá otros antes de la elección): que ese día sea el candidato republicano el elegido para conducir los destinos del país. Sería el resultado más impensado e imprevisible –inconcebible dirán sus adversarios– en un país que se creía todavía influido por el estallido social, la resonante victoria del Apruebo y la sorpresiva elección de la Convención Constitucional. Quién lo iba a decir siquiera hace un mes o dos, como Los Prisioneros en El Baile de los que Sobran, “hey, conozco unos cuentos/sobre el futuro”.
¿Será el factor sorpresa, que irrumpió sin el menor aviso (valga la redundancia) en la elección de la Convención Constitucional y en las primarias de julio, el que rondará en la elección presidencial más imprevisible de nuestra historia republicana reciente? (El Líbero)
Claudio Hohmann



