El abrazo del oso de Boric a Jara

El abrazo del oso de Boric a Jara

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En las últimas semanas, el presidente Gabriel Boric ha dado señales claras de querer involucrarse directamente en la campaña presidencial. Ha cuestionado en reiteradas ocasiones la candidatura de José Antonio Kast, tanto por sus planteamientos presupuestarios como por sus posturas respecto a la democracia. Si bien el presidente es, por definición, un actor político, y no puede estar ajeno al proceso electoral en curso, su nivel de intervención ha abierto dudas sobre los motivos y la conveniencia de este comportamiento.

El Boric de 2025 parece no olvidar al Boric de 2021: el candidato que derrotó a Kast en segunda vuelta, en una contienda que definió dos visiones de país contrapuestas. En ese sentido, su intervención actual podría entenderse como una defensa de ese triunfo y de su legado.

Sin embargo, el contexto es distinto. A menos que se produzca un giro inesperado en el próximo mes, el 11 de marzo el poder pasará a las derechas. Las encuestas muestran una evaluación crítica de su administración, especialmente en materia de gestión, y su coalición enfrenta un escenario parlamentario adverso.

Por eso, resulta llamativo que el presidente insista en asumir un rol protagónico en la campaña, en lugar de concentrar sus esfuerzos en cerrar su mandato de forma ordenada y responsable. Más aún si se considera que su presencia en el debate electoral no parece estar beneficiando a la candidata de su sector, Jeannette Jara.

Por el contrario, su respaldo explícito puede estar convirtiéndose en una carga difícil de sobrellevar para ella, en un contexto donde el oficialismo enfrenta un desgaste acumulado, ya no sólo de forma interna sino que es visto y evaluado así por las personas.

Existen rumores sobre una eventual segunda candidatura de Boric en 2030. Aunque hoy no es posible confirmarlo, su protagonismo en esta campaña podría interpretarse como un primer movimiento en esa dirección. No sería el primero en intentar proteger su “legado” como capital político futuro.

Sin embargo, esto requiere una estrategia cuidadosa. La intervención presidencial puede alimentar la narrativa del propio Kast, que ha hecho de la crítica al gobierno un eje central de su campaña. Para el candidato republicano, polarizar con Boric le resulta funcional: refuerza la idea de que su propuesta era la correcta en 2021, y que el país se equivocó al no elegirlo entonces.

Desde ese punto de vista, el presidente tiene incentivos políticos y personales para responder. Kast ha sido particularmente duro con su gobierno, lo que puede llevar al mandatario a defender su gestión. Pero el dilema de fondo es institucional. El presidente no es un jefe de campaña: es el jefe de Estado. Y esa diferencia importa, especialmente en una etapa tan sensible del proceso democrático.

Más allá de las motivaciones, hay un problema estratégico. Boric confrontando directamente a Kast no sólo lo valida como su contraparte natural, sino que también desplaza a la candidata oficialista del centro del debate. Le resta protagonismo y refuerza la idea de que ella no tiene autonomía ni liderazgo propio.

El apoyo de un tercio fiel puede ser útil para asegurar una segunda vuelta, pero en ningún caso alcanza para ganar una elección. En ese sentido, el involucramiento del presidente puede terminar siendo un abrazo del oso más que un gesto de apoyo.

A estas alturas, la mejor manera en que Boric puede contribuir a su sector es enfocarse en terminar bien su mandato. Si su objetivo es proteger lo avanzado, necesita actuar como presidente saliente, no como candidato en pausa. Sus gestos con Jara se parecen más al abrazo del oso.

Los próximos meses serán complejos para el oficialismo. Si los resultados parlamentarios y presidenciales confirman los pronósticos más negativos, Boric en vez de estar enfocado en la campaña, deberá ver cómo asume el peor resultado electoral en la historia de las izquierdas desde 1990. (Ex Ante)

Ignacio Imas