Editorial NP: ¿Resucita el Chile faro de América Latina?

Editorial NP: ¿Resucita el Chile faro de América Latina?

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Tal como habían adelantado diversas encuestas de opinión, los candidatos del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast; y de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, han pasado a la segunda vuelta presidencial, elección que se definirá el próximo 19 de diciembre y en la que los votantes que no suscribieron ninguna de esas dos opciones ganadoras suman más del 46% de los sufragios válidamente emitidos.

En efecto, escrutados ya más del 93% de los votos, el candidato republicano conseguía un 28% de los casi 7 millones de votos emitidos, mientras que el aspirante del bloque FA-PC, lograba un 25,7%. En tercer lugar, sorprendiendo a analistas y público general, el candidato del bisoño Partido de la Gente, Franco Parisi -quien prácticamente realizó toda su campaña desde fuera de Chile, vía telemática- se alzaba con más del 13% de los sufragios, superando a los candidatos de las coaliciones tradicionales, el independiente apoyado por Chile Podemos Más, Sebastián Sichel (12,4%); y de Nuevo Pacto Social, la demócrata cristiana, Yasna Provoste (11,9%).

A mayor abundamiento, aunque en un proceso de conteo más lento, los candidatos electos en el Senado reflejaron también el ambiente de polarización que caracterizó las elecciones del fin de semana, cámara en la que, hasta el cierre de esta edición, quedaba conformada por alrededor del 50% de aspirantes de derecha y centro derecha, cerca del 50% de representantes de partidos y colectividades de izquierda y centro izquierda y un independiente. Una situación similar se observaba en la Cámara de Diputados, en donde las fuerzas de derecha y centro derecha ocupaban cerca del 45% de los escaños, mientras las de izquierda y centroizquierda alcanzaban alrededor del 48%, al tiempo que, en una posición equidistante, los diputados electos por el Partido de la Gente copaban el 5%.

Tres fenómenos parecen caracterizar los resultados de ayer. El primero es que las figuras electas relevantes corresponden a representantes de colectividades surgidas sólo en los últimos años, que consiguieron quebrar la influencia de las coaliciones que gobernaron alternativamente los destinos del país en los últimos 30 años.

Una segunda es que se trata de candidatos que, de alguna manera, desarrollaron sus estrategias en la forma de oposición o colaboración crítica con dichos gobiernos, así como un severo juicio contra ciertas conductas de la clase política instalada en el Congreso, constituyéndose, así como outsiders o independientes de aquella y, en los hechos, como “nuevos productos” del mercado de la política.

Una tercera tiene carácter más bien cultural en la medida que se trata de una votación que parece reflejar un sentimiento político antagónico al que posibilitó los resultados que, en la conformación de la Convención Constitucional, tuvieron los sectores de izquierda dura y movimientos sociales y ciudadanos más radicales que desafiaron a las elites políticas, económicas y sociales y resultaron electos, promoviendo un suerte de refundación de la estructura social del país, bajo acusaciones de desigualdad, abuso de poder y discriminación por parte de aquellas.

Desde luego, el hecho que un republicano acusado de pertenecer a la “extrema” derecha haya resultado ganador de la primera vuelta y que, en el Congreso, las fuerzas más conservadoras y reformistas hayan alcanzado prácticamente la mitad de las dos cámaras, muestra un cambio de dirección que revela las dificultades que presenta hoy la actividad político electoral para engarzar con los vaivenes de sus electores.

Desde tal perspectiva, es interesante revisar los comicios de ayer bajo el clivaje de reforma versus revolución, el que, en el caso de la Convención, pareció marcar cierta predisposición ciudadana hacia cambios más radicales, con una derecha y centroderecha que, aún cuando se alzó como la minoría con mayor votación, quedó aislada, con menos de un tercio de dicho órgano, ante un conjunto de otras minorías de centroizquierda, izquierda y pueblos originales que han actuado, en muchas ocasiones, como bloque, frente a las posturas de la derecha y que han alertado con sus propuestas iliberales a los ciudadanos corrientes respecto del futuro que cambios abruptos integrados en la nueva constitución, pudieran significar para sus vidas cotidianas.

Desde luego, el propio relato de constituyentes, partidos de izquierda y centroizquierda que avalaron o relativizaron los graves desmanes del 18 de octubre de 2019 y días posterior, que atribuyeron el acuerdo para conformar la Convención Constituyente a esos desórdenes; que homenajearon a partícipes de la llamada “primera línea” y/o promovieron el indulto para los detenidos por saqueos, destrucción y quema de propiedad pública y privada, colaboraron paulatina, pero persistentemente, a generar un cuadro político que, en menos de un año, varió sustantivamente, con una ciudadanía que, asistiendo diariamente a un incremento de la violencia política y delictual, hizo afirmar a un candidato de izquierda que “cada piedra que se arroja, es un voto más para Kast”.

A mayor abundamiento, la situación económica afectada tanto por esa violencia política y delictual, como por los efectos de una pandemia mundial que se extiende peligrosamente y que prefigura inestabilidades para los próximos años, así como una inflación mundial y nacional que deteriora los salarios de los más vulnerables, producto tanto de las medidas de ayuda de emergencia estatal, como del detrimento de los fondos de pensiones de las personas; los sendos aumentos de la deuda pública y privada y el estancamiento de las inversiones en medio de esa incertidumbre multicausal, no auguran nada bueno para los próximos meses, sino un lapso de menor crecimiento, mayor desempleo, término de las ayudas sociales y desmejora de la calidad de vida de las personas. En tal cuadro, una mayoría cultural parece estar revisando los ímpetus radicales para enfrentar con herramientas conocidas -y no por conocer- los desafíos que vienen.

Por de pronto, el aumento de la presencia de derecha en el Senado y en la Cámara; los casi 3,5 millones de votos que favorecen a candidatos que se presentan como partidarios de las libertades, la democracia liberal, el mercado justo y competitivo, tanto en las presidenciales como en las parlamentarias, parecen mostrar que el país, si bien ha convocado a su clase política a discutir los ajustes necesarios que otorguen mayor igualdad de acceso y tranquilidad política y económica para su futuro, no parece validar que aquellas reformas alcancen una intensidad que saque el país de la senda de desarrollo que ha mostrado -a pesar de las desigualdades, injusticias y abusos legítimamente reclamados- sino que, por el contrario, parece decir a sus antiguas y nuevas dirigencias que los cambios no deben alterar en lo sustantivo los logros alcanzados. A las antiguas elites políticas, castigándolas con la pérdida de su mayoría indiscutida en los últimos decenios y advirtiéndoles que deben conjugar sus dichos con los hechos, evitando falsas promesas y abocándose a resolver lo urgente y relevante para sus vidas; mientras que, a las nuevas, indicándoles que sus ímpetus radicales deben dar paso a la moderación y la convergencia de mayorías que hagan posible los cambios en paz y sin agregar mayor inestabilidad.

Las segundas vueltas como metodología para alcanzar mayorías que den gobernabilidad a la difícil misión de conducir a los países en la actualidad tienen la virtud de que, aun en la polarización de una primera vuelta, si los candidatos de los polos son electos, como es el caso, están obligados a convenir, con los sufragantes que no los votaron, programas que conciten su apoyo, forzando la moderación y el acuerdo con los sectores más de centro.

Es de esperar que, en las próximas cuatro semanas de campaña de segunda vuelta, ambas candidaturas hagan lo suyo, buscando la adhesión de ese 46% de ciudadanos que no concurrieron con su voto hacia ellos.

Desde la izquierda, Boric, quien ha señalado que no está dispuesto a “entregar cuotas por votos”, pero que, si intentará diálogos con los partidos de centro izquierda, tiene ante si la posibilidad de recibir el apoyo de segunda vuelta de buena parte de los votantes de Provoste y Enríquez-Ominami. Desde luego, ya cuenta con votación del Partido Socialista y parte del PPD y el PR. De acuerdo a las elecciones de ayer, eso podría convocar una suma que, empero, no alcanza a la mayoría absoluta, pero puede recibir sufragios de la base independiente de aquellas colectividades o culturalmente cercanas a ellas. También puede optar por parte de los otros 7 millones de votantes que ayer no concurrieron a las urnas.

Desde la derecha, Kast puede conseguir buena parte de la votación que adhirió a la candidatura de Sebastián Sichel, así como la de quienes apoyaron las aspiraciones de Franco Parisi, cuyos programas tienen más coincidencias que diferencias. La sola suma de dichos sufragios supera en más de tres puntos la mayoría absoluta que el candidato requiere para alcanzar la Presidencia de la República.

Por cierto, habrá votos que tradicionalmente favorecieron a la democracia cristiana que pudieran sumarse al candidato vencedor, razón por la que en su discurso de victoria, Kast hizo un llamado amplio a los chilenos a que, más allá de los colores políticos, se busque unidad en torno a las mejores soluciones que pueden ayudar a enfrentar los verdaderos desafíos de los chilenos de los próximos años: recuperar el empleo, mejorar las remuneraciones, aumentar la producción de bienes y servicios, facilitar el emprendimiento, aumentar los ingresos del Estado para contar con los recursos que permitan ayudar a quienes lo requieren, mejorando así las pensiones, el sistema de salud pública y una educación que prepare a los jóvenes para asumir la pesada carga competitiva de una economía vibrante, productiva y abierta al mundo. Todo aquello puede resucitar el Chile que ha sido faro en América latina y ejemplo en el mundo en las ultimas décadas. (NP)

 

 

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