¿Duerme tranquila la izquierda hoy?-Isabel Plá

¿Duerme tranquila la izquierda hoy?-Isabel Plá

Compartir

Hemos vivido cuatro años de oscuridad para Chile.

Partimos con el avasallador “octubrismo” que ha pretendido hasta hoy arrinconar al sentido común. Y seguimos con la inestabilidad y la zozobra al mando del peor gobierno en muchas décadas, hijo pródigo del estallido de odio, a partir del cual se impuso como condición de paz una nueva Constitución.

Se dijo que Chile merecía una Carta Magna escrita en democracia. Que las reformas de Lagos no alcanzaban para borrar la huella de los cuatro generales. Que era el origen de nuestros males.

El primer intento fue desastroso y nos mantuvo literalmente en vilo durante largos y difíciles meses. Ocho millones de chilenos lo rechazamos. La derrota más dura que ha enfrentado la izquierda en su historia.

Vino un segundo proceso, que honraba la palabra empeñada por todas las fuerzas políticas que encarnaron el Rechazo con quienes estuvieron dispuestos a esa opción, pero seguían demandando un cambio. Las cosas se hicieron mejor: reglas claras, sin las excentricidades del primer intento; la consagración de doce bordes previos (respetados íntegramente); una Comisión Experta para diseñar un anteproyecto; un Consejo elegido con voto popular.

Vamos hoy por quinta vez a las urnas, en tres años, para definir temas constitucionales. Optaremos por un texto que renueva principios esenciales y honra nuestra tradición institucional, incorporando desafíos nuevos y acuciantes. O por la Constitución vigente.

Que la política llegara a una propuesta de amplio consenso era imposible. El anteproyecto de los expertos —elevado hoy a la categoría de insuperable— dejaba sin definición precisamente aquello que separa irreconciliablemente a dos visiones de sociedad: una fundada en la libertad y capitalista, otra en el igualitarismo y estatista.

¿Cuándo opta el oficialismo por el En contra? La definición empieza la noche del domingo 7 de mayo, cuando una mayoría relega a la izquierda a menos de un tercio en el Consejo Constitucional. Imagino el diálogo: “Si no la escribimos nosotros, entonces para qué”.

Camaleónicos consagrados, para sus máximos líderes la del 80 dejaba de ser la Constitución de Pinochet y se la reconocía de Lagos. Pasaba de “enclave neoliberal” a “perfectamente razonable para gobernar”.

Si una mayoría se inclina hoy por el A favor, Chile tendrá la oportunidad de recuperar certezas y estabilidad, imprescindibles para acercarnos otra vez al desarrollo. Se aleja la amenaza refundacional. Iniciamos una etapa de cambios razonables, con mayores seguridades sociales, cambios en el sistema político, solidez del Estado para hacer su tarea prioritaria que es la seguridad, etc.

Si la mayoría opta por el En contra (a la que habrá contribuido esa porción de la derecha que la respalda y que esta noche abrazaría el triunfo junto a la izquierda), el debate constitucional se extenderá, con un breve paréntesis mientras el oficialismo se disputa los tiempos, si reforma ahora (la tesis de Huenchumilla) o esperar al 2026 para calentar el ambiente e ir por la asamblea constituyente (el camino de Jadue).

Desde mañana, por tanto, tendremos una nueva y buena Constitución en vías de habilitarse y el gobierno enfrentará una tercera derrota consecutiva. O habremos perdido esa oportunidad de cambio, pero habrá sido ratificada, por segunda vez en un año, la que está vigente desde hace 43 años.

En cualquiera de los dos escenarios, la izquierda habrá sido derrotada en su anhelo más simbólico: reemplazar la Constitución de Jaime Guzmán por una que habilite su proyecto ideológico.

Esta noche dormiremos más tranquilos, como no lo hacemos desde hace cuatro años. (El Mercurio)

Isabel Plá