Discusión tributaria en el Senado demoraría al menos hasta diciembre

Discusión tributaria en el Senado demoraría al menos hasta diciembre

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Un año y dos días tardó el gobierno en que la Cámara Baja aprobara el proyecto de modernización tributaria, una de las reformas estructurales de la administración, junto a la de pensiones. La Moneda y Hacienda tienen razones para festejar –lo lograron luego de una larga y tensa negociación, consiguiendo apoyo de democratacristianos–, pero la celebración será corta y austera. A partir de septiembre, debe pasar una nueva prueba, ahora en el Senado.

No será un camino despejado, por el contrario: el oficialismo es minoría y la iniciativa aterrizará en la Cámara Alta en medio de un clima políticamente tensionado, luego de la reciente arremetida del Ejecutivo en contra del PS.

Las declaraciones de la ministra vocera acusando a los socialistas de tener vínculos no aclarados con el narcotráfico –palabras respaldadas por el propio presidente Piñera–, complejizaron la relación con la oposición, justamente cuando se deberán negociar proyectos importantes, como la propia reforma tributaria y a pocas semanas del ingreso de la Ley de Presupuesto.

En el oficialismo se espera que la semana distrital –la última de agosto– sirva para descomprimir los ánimos y a la vieja creencia que en política se suben y se bajan los volúmenes de la conversación, por lo que los escenarios se pueden revertir a favor en 24 horas.

Pero, ¿cómo es el Senado con que se encontrará la reforma tributaria?

Los compromisos de los diputados DC con el gobierno no eran extensivos de ninguna forma a los senadores del partido, por lo que la negociación comenzará nuevamente a partir de septiembre con los falangistas. La DC en el Senado no es la misma que en la Cámara. Por ejemplo: la posición de algunos parlamentarios en contra de la reintegración, como Yasna Provoste y Francisco Huenchumilla, difícilmente se podrá revertir, según se piensa en la propia oposición.

“Hemos cruzado la línea roja de nuestros principios”, indicó ayer el senador por La Araucanía, luego del apoyo de su partido a la reforma tributaria. Pero no sería extraño que quizá existan parlamentarios democratacristianos con mayor apertura, que podrían llegar a apoyar el corazón del proyecto del gobierno a cambio del financiamiento a la ley del cáncer, iniciativas medioambientales o impuestos a los males de la salud.

Hasta ahora, la DC en la Cámara Alta ha actuado unida y en bloque, no como los diputados. En el Senado, sin embargo, hasta ahora los democratacristianos no han pasado la prueba de fuego de enfrentarse a un proyecto de las características de la modernización tributaria.

Los socialistas y PPD, en tanto, se encuentran en una posición menos flexible –al menos hasta ahora– y no solo por las declaraciones de la ministra Pérez. Aunque las conversaciones son siempre dinámicas, los senadores de ambos partidos están firmes en la decisión de no apoyar la reintegración, por considerarla una fórmula para devolver US$ 800 millones al impuesto que puso el gobierno de Bachelet a las grandes fortunas.

La negativa se explica por razones técnicas y políticas: junto con considerar que la reintegración tiene bajo impacto en el crecimiento y en la inversión, representa un fuerte golpe al legado de la reforma tributaria bacheletista y su sistema semi-integrado.

En esta postura estarían los senadores de la comisión de Hacienda Carlos Montes (PS) y Ricardo Lagos Weber (PPD), que ha propuesto públicamente separar la iniciativa y centrarse primero en los aspectos en los que es posible llegar a acuerdos y luego tratar los puntos conflictivos, como la reintegración.

La reforma enfrenta un escenario difícil en el Senado, pero para nada imposible. El gobierno solo requiere sumar tres votos a los 19 que tiene el oficialismo en la Cámara Alta. Por lo tanto, junto con intentar acercamientos con el mundo DC, el gobierno probablemente buscará el apoyo de los dos independientes –Alejandro Guillier y Carlos Bianchi– mediante iniciativas potentes de impulso a las regiones, por ejemplo, que les permitieran a ambos eventualmente justificar un respaldo.

Todo esto en el caso de que la estrategia del gobierno fuese sacar su reforma tributaria voto a voto –el llamado “pirquineo”, como le dicen en el ambiente legislativo– y no a los grandes acuerdos. Pero en el mundo ideal, el Ejecutivo parece apelar a un compromiso amplio en el Senado. Entre otras razones, porque en ese escenario el tema tributario no volvería a abrirse de campaña en campaña y con cada nueva administración.

La reforma llegará a un Senado difícil. Pero en el gobierno tiene de su lado la siguiente cadena de hechos: cuando se tiene la mitad del partido jugado y aprobado con la reintegración –con una votación importante y con beneficios a los adultos mayores, PYME y a las regiones, según explican en el Ejecutivo– el tiempo juega a favor de encontrar rápidamente puntos de acuerdo.

En el gobierno se parece apostar a que dejar el proyecto sin avanzar o sin su contenido, sería un hecho difícil de explicar para los senadores. A que el Congreso no está en tiempos como para permitirse “gustitos” ante la ciudadanía, sobre todo con una reforma que beneficiaría a las pequeñas y medianas empresas. Por lo tanto, se confía en que una posición contraria a la reintegración no se puede sostener por demasiado tiempo en el Parlamento.

Sea como fuere, septiembre será seguramente un mes donde el gobierno y la oposición se mostrarán los dientes a propósito de la tributaria. En forma realista, además, nadie cree que haya humo blanco antes de fines de diciembre. (Por Rocío Montes, DF)

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