Diplomacia silenciosa de Boric: estrategia chilena entre EE.UU. y China

Diplomacia silenciosa de Boric: estrategia chilena entre EE.UU. y China

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En la reciente cumbre de líderes de APEC en Gyeongju, el presidente chileno Gabriel Boric adoptó un perfil sorprendentemente discreto: no hubo reunión formal con Xi Jinping ni foto con Donald Trump, pero sí resultados concretos con Canadá, Corea del Sur y Filipinas. Detrás de esa sobriedad hay una lógica estratégica. Para un país que exporta más del 40 % de su cobre a China y depende al mismo tiempo de los mercados norteamericanos y asiáticos, la prudencia no es pasividad: es supervivencia económica.

No es una “diplomacia de fin de mandato”, sino una reestructuración

Algunos analistas sugirieron que Boric, a pocos meses de dejar el cargo, había optado por una presencia simbólica. Sin embargo, la evidencia apunta en sentido contrario. Según la agenda oficial de La Moneda, el mandatario impulsó tres acuerdos de alcance real: la actualización del Marco de Asociación Estratégica con Canadá, el compromiso de modernizar el TLC con Corea del Sur y el inicio de la fase final del CEPA con Filipinas. Todos ellos tocan los pilares del Chile del futuro: energía limpia, digitalización y minería sustentable.

La exdirectora de la Academia Diplomática, Gloria de la Fuente, comentó que “Chile está transitando de exportar materias primas a exportar reglas. Su nuevo valor no es el cobre en bruto, sino la capacidad de proveer gobernanza verde y confiable”. En ese contexto, Boric no cierra su ciclo político, sino que ajusta la arquitectura económica con precisión quirúrgica.

La versión práctica del “no alineamiento activo”

El exembajador en China y académico de la Universidad de Boston, Jorge Heine, ha defendido desde hace años la idea del no alineamiento activo: actuar con autonomía entre Washington y Pekín, priorizando la cooperación pragmática sobre la adhesión ideológica.

La conducta de Boric en APEC encaja perfectamente con esa doctrina.

De acuerdo con la cancillería chilena, no hubo una reunión bilateral formal ni lectura de declaraciones con Xi Jinping, aunque sí un breve intercambio en el recinto, lo que confirma una relación estable pero deliberadamente discreta.

El diario El Mercurio describió esta postura como “un equilibrio sereno”, señalando que “Chile comprende que el peligro de la geopolítica radica en ser definido por quiénes son sus aliados, y no por qué acuerdos logra cerrar”. Coincide con la visión de la experta estadounidense Margaret Myers (Inter-American Dialogue), quien escribió en Americas Quarterly que la estrategia chilena “no es evasión, sino gestión racional del riesgo”.

Para China, Chile sigue siendo un proveedor fiable de cobre y litio; para Washington, un socio estable y transparente. Con el regreso del proteccionismo estadounidense bajo Trump, reforzar lazos con actores intermedios y previsibles como Canadá, Corea y Filipinas se convierte en la manera más sensata de mantener la autonomía.

El significado estratégico del silencio chino-chileno

Desde Pekín, Chile se percibe como un socio “maduro y predecible” dentro de la Franja y la Ruta, sin necesidad de gestos simbólicos. Al mismo tiempo, la turbulencia interna chilena y su gobierno de izquierda llevan a China a observar con cautela. El analista Evan Ellis, del U.S. Army War College, señala que “los intereses de China en Chile son estructurales y de largo plazo; la frialdad momentánea no implica distanciamiento, sino la consolidación de un vínculo que ya no necesita ser fotografiado”.

El think tank chileno AthenaLab interpreta el actual momento como una “etapa de calma institucionalizada”: una relación comercial sólida, pero sin sobreactuación política. En otras palabras, un silencio que comunica. Chile sigue comerciando con China, pero evita que esa relación se lea como un alineamiento en la pugna sino-estadounidense.

Conclusión: una diplomacia silenciosa que resuena

APEC dejó pocas imágenes simbólicas, pero múltiples resultados tangibles. Esa discreción no es debilidad: es método. En un escenario internacional cada vez más fragmentado, las potencias medianas sobreviven negociando con todos y obedeciendo a nadie.

Como recordó recientemente The Economist, “la sabiduría latinoamericana no reside en escoger bando, sino en escoger el momento”. Boric parece haber entendido la lección: sustituir alianzas por acuerdos y dependencia por resiliencia. En su silencio calculado, Chile está reescribiendo su lugar en el mundo, sin ruido pero con precisión estratégica.

Andrés Liang

Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica