La decisión del Presidente de EE.UU. de excluir al cobre refinado del nuevo arancel del 50% es un alivio para la economía nacional. La medida, lejos de obedecer a una muestra de simpatía, responde a razones prácticas: Estados Unidos necesita cobre y Chile es su principal proveedor. En 2024, el 70% del cobre refinado que importó provino de nuestro país.
Lo interesante no es solo el fondo económico, sino lo que revela en materia de relaciones internacionales: en un mundo fragmentado, el pragmatismo y los intereses compartidos se imponen al voluntarismo retórico. Este principio también se aplica al programa de Visa Waiver, cuya continuidad fue recientemente valorada por la secretaria de Seguridad Nacional de EE.UU., Kristi Noem. Chile, pese a las críticas de senadores en Estados Unidos, ha logrado mantener su posición gracias a un activo intercambio de información.
Sin embargo, esto no es un cheque en blanco. Mientras sigamos siendo un socio confiable en ciberseguridad, verificación electrónica y control de bandas transnacionales, la exención seguirá vigente. Pero no basta con entregar datos: la sobreestadía de turistas en EE.UU. y los chilenos que cometen delitos allá siguen siendo problemas sin solución. Tampoco ayuda la debilidad institucional para retener o expulsar a delincuentes extranjeros en nuestro país, como se vio en el caso del sicario liberado que ya escapó a Perú, ni la falta de acuerdos para que cumplan condena en su país de origen o en terceros países como El Salvador, donde ya existen cárceles especializadas para crimen organizado.
Chile debe volver a una política exterior de Estado. Eso implica evitar los “gustitos ideológicos” de apoyar sin matices a regímenes adversarios a nuestros socios históricos. No se trata necesariamente de alinear la política exterior con Washington, pero sí de asumir que nuestros intereses en comercio, migración y seguridad regional están más cerca de EE.UU., Europa y la Alianza del Pacífico que de países en crisis democrática que tanto admira la izquierda.
Y en este contexto, una advertencia: los intentos de limitar el libre comercio -ya vengan del FA, el PC o de nacionalismos proteccionistas extranjeros- debilitan nuestra competitividad, afectan a los trabajadores y encarecen los productos que usamos a diario. Chile ha sido ejemplo en abrirse al mundo, no en cerrarse a él.
En un mundo donde las alianzas se redefinen y la diplomacia se basa cada vez más en hechos concretos, ser un socio serio no solo nos abre mercados: también fortalece nuestra seguridad, nuestra economía y la presencia de Chile en el escenario internacional. (El Líbero)
Álvaro Bellolio



