Es grave lo que ocurre en el Congreso. Las leyes —manifestación de la voluntad soberana, que radica en el pueblo— devienen legítimas en razón de la deliberación de los representantes de la ciudadanía. Sin esa deliberación racional no solo se les resta legitimidad representativa a las normas que han de regirnos, sino que, además, es probable que resulten más defectuosas.
En la Cámara de Diputados, hace ya tiempo, se delibera en las comisiones, pero no en la Sala, donde, con suerte, se encuentran presentes el mínimo necesario de parlamentarios para dar el quorum. A eso se ha ido extendiendo, en el último tiempo, la actitud de salir de la Sala para las votaciones. Paradójicamente esa fue la conducta de algunos diputados para que se rechazara el proyecto que establecía multas a los ciudadanos por no votar, incurriéndose en un resultado inconstitucional. ¿Son acaso libres para no votar aquellos que hemos elegido para que nos representen con su voto?
El parlamentario que no vota, pudiendo hacerlo, incumple su deber político más elemental, renuncia a representar y se hace indigno de la confianza que hemos depositado en él.
Ahora, senadores de oposición decidieron ausentarse de la Sala, como un modo de protestar contra el Gobierno. Los parlamentarios tienen competencias para criticar, fiscalizar y hasta para sancionar a las autoridades de gobierno. No son un grupo de adolescentes que puedan rebelarse dejando de cumplir sus tareas. (El Mercurio Cartas)
Jorge Correa Sutil



