Desigualdades-Loreto Cox

Desigualdades-Loreto Cox

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En las discusiones sobre desigualdad, se suele mirar la distribución de los ingresos, ya sea a través de índices, como el Gini, o de razones entre los ingresos de grupos. Estos enfoques entregan información relevante (y a menudo escandalizadora). Sin embargo, refieren solo a porciones actuales, sin considerar cómo se llegó a dicha distribución.

La ciudadanía es más sofisticada que eso. La última encuesta del CEP consultó por el grado de enojo frente a “personas que ganan mucho, mucho más que el promedio de los chilenos”, especificando distintos ejemplos de estas personas. En general, los niveles de enojo hacia quienes encarnan la desigualdad han caído sustancialmente desde fines de 2019. Pero lo notable es que, tanto entonces como hoy, la gente distingue entre desigualdades. Un médico o “una persona que inventó algo muy valorado por la gente” casi no concitan enojo: solo el 9% se enoja fuerte con ellos, mientras que unos tres cuartos dicen no estar en absoluto enojados. En el otro extremo, los políticos de altos ingresos enojan extremadamente a la mayoría de la población. En un lugar intermedio se encuentran gerentes, influencers y notarios.

Probablemente, tras estas distinciones se encuentren percepciones de corrupción y abusos que harían ilegítimo el éxito de algunas de estas personas. También, seguro, estas distinciones dependen de una idea de mérito. Pese a las críticas de los últimos años al ideal meritocrático (como una forma de disfrazar lo que en última instancia se debería a una ventaja de origen), este mantiene arraigo en la población. De hecho, la misma encuesta encuentra que una buena mayoría (58%) prefiere “que se premie el esfuerzo individual” antes “que los ingresos sean más iguales” (14%), y también una mayoría cree que “en el largo plazo, el trabajo duro generalmente conlleva una mejor vida” (54%).

El hecho de que a la población no le enoje tanto la desigualdad per se, sino dependiendo de su fuente, me lleva a dos reflexiones sobre el debate público en Chile. Primero, que hablamos harto de la distribución de ingresos, pero quizás no le prestamos suficiente atención al estado actual de la meritocracia. ¿Qué tan probable es trabajar duro y no alcanzar una mejor vida?, ¿o alcanzar una buena vida sin el sudor de la frente? ¿Cómo están funcionando los procesos de selección a trabajos y a las posiciones de liderazgo? Estudios como el de Zimmermann (2019) sugieren una meritocracia defectuosa. Pero según Google Trends, nos interesa 10 veces más la desigualdad que el mérito.

Segundo, que el intenso debate sobre desigualdad tal vez nos ha distraído de la incómoda verdad de que en Chile aún hay mucha gente que vive muy mal. Cierto es que las tasas de pobreza han caído rotundamente. Pero es igual de cierto que mucha gente vive muy cerca de la pobreza y que dentro del 6,5% de pobres se concentran muchos niños (la pobreza en menores de 5 años, según Colunga, sube al doble). Quizás haya que volver a hablar más de ellos (Google sugiere que hace 20 años la pobreza nos interesaba 10 veces más que hoy), porque ellos, creo, importan independiente de qué ocurra en el top 1%. (El Mercurio)

Loreto Cox