El intento de borrar a Frei de la historia del partido —como si la memoria pudiera reescribirse a gusto de las mayorías circunstanciales— es una negación de lo que fue la DC: un espacio de encuentro, de diálogo y de compromiso con el humanismo cristiano. Frei fue presidente del partido, Presidente de la República y protagonista central de la transición democrática; pretender desconocerlo es, en los hechos, una forma de negarse a sí mismos.
Yo misma dejé de militar por razones similares: porque la DC fue dejando de ser una comunidad política de valores y se transformó en un círculo cerrado, donde disentir o pensar distinto pasó a ser motivo de sanción. Mi expulsión, como ahora esta censura, son síntomas de una enfermedad más profunda: la renuncia a la libertad de conciencia que siempre distinguió a los democratacristianos.
Cuando un partido pretende controlar lo que sus militantes pueden decir, pensar o incluso recordar, deja de ser un instrumento de la democracia para convertirse en una estructura de obediencia.
Como escribió sabiamente Pepe Auth, es propio de sistemas autoritarios y dictatoriales, como en el régimen estalinista, en el que eliminaron a Trotsky de las fotos en que aparecía con Lenin. Y eso es exactamente lo contrario de lo que inspiró a Frei Montalva, a Leighton, a Tomic y a tantos que soñaron con una DC al servicio de Chile y no de sí misma.
La historia no se borra por decreto. Eduardo Frei Ruiz-Tagle fue, es y seguirá siendo expresidente de la Democracia Cristiana. Negarlo es tan inútil como injusto. Vayan mis respetos y admiración al expresidente de la DC y de Chile, Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Su padre estaría orgulloso de él. (El Mercurio Cartas)
Ximena Rincón
Senadora, exmilitante de la Democracia Cristiana, presidenta de Demócratas



