Desafíos periodísticos en tiempos electorales

Desafíos periodísticos en tiempos electorales

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Nunca antes el acceso a la información había sido tan amplio y transversal, pero al mismo tiempo no había precedente de que la verdad periodística estuviese tan amenazada.

Cuando millones consumen noticias desde sus propias pantallas, buscando inmediatez, emotividad y reafirmaciones a las propias visiones, el periodismo profesional cobra especial relevancia en su rol insustituible de responder al derecho de información de una ciudadanía que busca tomar decisiones informadamente. Ello es particularmente relevante en tiempos electorales, cuando los mensajes políticos se multiplican en un intento por cobrar atención y adhesión recurriendo a la variedad de plataformas existentes, muchas de ellas en un formato propicio para aquellas propuestas populistas que no resisten confrontación, esquivando la mediación periodística y buscando una penetración sin contrapesos, en un escenario de adeptos y adversarios.

Esta aparente democratización del acceso informativo conlleva riesgos que se traducen en una ilusión de cercanía a los hechos, haciendo recaer en el propio receptor la responsabilidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso con todas las consecuencias que ello conlleva.

Según el último informe del Digital News Report, elaborado por el Instituto Reuters para el estudio del periodismo y la Universidad de Oxford, el consumo de noticias a nivel global se ha fragmentado y el interés por los contenidos propiamente informativos ha disminuido pese a la incertidumbre política y económica que se vive en el sistema internacional. La mayoría de los consultados, en un estudio que abarcó más de 40 países, declara informarse a través de los sitios web de los medios, pero preferentemente mediante las plataformas digitales, tendencia muy marcada en los usuarios jóvenes, hoy más inclinados a recurrir a YouTube y TikTok.

Chile no es la excepción. El texto está siendo reemplazado por los videos a los que se les atribuye mayor verosimilitud en una lógica de “ver para creer”, por una preocupación transversal de no ser engañados por noticias falsas, sin considerar la capacidad de la inteligencia artificial para crear imágenes recreando una realidad artificial. La mayoría dice confiar en su capacidad de distinguir entre lo verídico y lo falso, muchas veces equivocadamente.

Ya lo advertía Yuval Noah Harari en su obra “Nexus”, “la verdad cuesta caro”. Se vive la paradoja de que la industria de los medios enfrenta serias dificultades relativas a una situación económica compleja debido a una drástica caída del avisaje y una pérdida de confianza en momentos de gran necesidad de acceso a información creíble y verificable.

El actual ambiente electoral, cargado de polarización, requiere de un cuidado profesionalismo periodístico, donde el reporteo investigativo, las preguntas difíciles y la verificación reafirmen la verdad periodística y refuercen el rol del periodismo institucional, evitando dar cabida a la opinión sin fundamento o la emotividad sin contextualización.

La tarea no está exenta de dificultades, pues a la competencia desigual de los contenidos de fácil consumo que llegan a las pantallas, se agrega la complejidad de depender de públicos esquivos hiperconectados y tecnologizados. La tentación de caer en la lógica de las redes sociales —guiada por algoritmos— está presente y es permanente.

Conspira también contra el buen periodismo la cada vez menos evidente separación entre entretenimiento e información, como los programas matinales de gran rating en la televisión local, espacio donde se mezclan los temas y las opiniones en un ambiente distendido de conversación, pero en el que se descuidan —muchas veces— los límites propios del ejercicio periodístico.

El periodismo está llamado a entregar las certezas que la ciudadanía exige, en un contexto de plena libertad de opinión y expresión. La desinformación se combate con más información, no con reparos normativos o limitaciones que restrinjan la libertad de prensa.

Como ha advertido la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), los embates contra el periodismo no solo provienen de la competencia que plantean las redes sociales, sino principalmente del poder político en forma de restricciones al acceso de los reporteros a las fuentes oficiales, las campañas de desprestigio, las persecuciones judiciales, la censura bajo el pretexto de combatir las fake news, la desinformación, los discursos de odio o el negacionismo.

Toda limitación a la labor informativa socava la libertad de expresión y empobrece el debate democrático. Relevar el valor del periodismo profesional es velar por el fortalecimiento del sistema democrático, lo que, en los tiempos actuales, es un imperativo ético urgente e insoslayable. (El Mercurio)

Francisca Alessandri