Patricio Aylwin pasará a la historia como uno de los grandes estadistas chilenos del siglo XX. Condujo con inteligencia y habilidad política el proceso de transición a la democracia. Pero también definió la posición de la Concertación frente al modelo económico heredado del régimen militar. El darle continuidad, sin duda, contribuyó decididamente al progreso económico-social del país.
Si bien Chile, en términos absolutos, creció económicamente entre 1950 y 1970, lo hizo a una tasa significativamente inferior a aquella del mundo y de la propia América Latina. Entonces el país tuvo una economía mixta muy distorsionada y relativamente cerrada.
Surgieron entonces tres visiones para revertir la situación. Sucesivos gobiernos de Jorge Alessandri Rodríguez (conservador), de Eduardo Frei Montalva (social-cristiano) y de Salvador Allende Gossens (marxista) encarnaron estas visiones. Ninguno de estos gobiernos tuvo el éxito esperado, pero sí condujeron a una polarización extrema, calcada deaquella existente entonces entre el capitalismo (USA) y el comunismo (Unión Soviética).
El régimen militar que asumió el gobierno en 1973 adoptó las políticas públicas relativamente liberales contenidas en El Ladrillo (CEP, 1992) y junto con ello, el país entró en un período de intensas transformaciones estructurales. Estas fueron muy criticadas -en los años 1980- por los economistas de la oposición, especialmente por aquellos afiliados a Cieplan, vinculado a la Democracia Cristiana.
No obstante, hacia fines de la década, la economía chilena estaba creciendo a tasas relativamente elevadas, basada ahora en una economía abierta de mercado, con un rol subsidiario del Estado. A eso se sumó, en 1989, la caída del Muro de Berlín. Todo apuntaba a que estábamos frente al fin de la historia, como lo denominó Francis Fukuyama, y que los regímenes democráticos y las economías de mercado correspondían a lo mejor que se podía aspirar.
Patricio Aylwin aceptó entonces, en marzo de 1990, el consejo de sus asesores más cercanos y, a pesar de que en lo personal consideraba que las economías de mercado libre eran crueles, decidió ir perfeccionando consensuadamente el sistema económico-social existente, en vez de cambiarlo en forma más radical. Ello generó las confianzas necesarias que permitieron que el país siguiera creciendo a altas tasas y que la pobreza disminuyera en forma espectacular.
Los datos de crecimiento económico avalan la bondad de la decisión tomada. En la década de 1990, el PIB per cápita de Chile creció a una tasa un 95 por ciento más elevada que la de Cuba, un 58 por ciento mayor que la de Venezuela, un 45 por ciento más alta que aquella de Brasil, y un 37 por ciento mayor que la de Bolivia, para nombrar sólo a algunos de los países regionales pertinentes. Sin embargo, desde el gobierno de Patricio Aylwin en particular, y de aquellos de la Concertación en general, la situación en Chile ha cambiado, y sólo cabe esperar que seamos capaces de reencontrar el camino de la unidad y del progreso. (La Tercera)
Rolf Luders, economista


