Decadencia

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Chile vive una verdadera debacle educativa que compromete severamente su futuro. Los últimos resultados de la prueba Simce, por ejemplo, muestran un enorme retroceso en logros de aprendizaje, destacando el hecho de que tanto a nivel de cuarto básico como de segundo medio los puntajes han retrocedido un significativo número de años. Y ciertamente, esto afecta todavía más desproporcionadamente a los estudiantes de colegios más pobres, inhabilitándolos seriamente para su vida futura.

Esto se une a los ya conocidos resultados que Chile obtiene en pruebas de tipo internacional, donde el país figura entre los últimos del ranking.

Así, se está comprometiendo el devenir de toda una generación, multiplicando el retroceso que ya se ha venido experimentando por muchos años en calidad de la educación y poniendo al país ante una situación irrecuperable.

Este progresivo deterioro compromete decisivamente la calidad de todo el sistema educacional, puesto que las instituciones de educación superior reciben estudiantes con graves falencias formativas, haciendo más compleja su tarea debido a la normativa vigente que les obliga a alcanzar mínimos de retención en sus aulas.

Mientras tanto, el debate público se centra en temas que se alejan mucho de la mirada de largo plazo que se precisa en materia de educación, productividad laboral y mejoramiento en equidad social. No se escuchan voces en el mundo político que postulen un cambio, que ya hace años es necesario, en materia de la calidad y organización de nuestra educación.

Como en los años de salida de la pandemia, cuando hasta un ministro fue acusado constitucionalmente por su intento de que los colegios volvieran a las actividades presenciales, el tema educacional se somete a discusiones políticas puramente contingentes, sin debate sobre el fondo y forma de reformas que hace años son necesarias y decisivas.

Por el contrario, el debate se centra en el corto plazo, en los aspectos políticos y judiciales que caracterizan el actual derrotero nacional. Pero nada sobre educación. Un debate en el que nuestras universidades también guardan silencio, puesto que se entiende que esto concierne solo al Ministerio de Educación y nada ni nadie podría pretender invadir ese terreno de privilegio.

El tema va más allá. No se trata solo de decadentes puntajes en las pruebas nacionales los que testimonian nuestras falencias esenciales en educación. Se trata también de que estamos formando una incontenida marea de analfabetos funcionales, carentes de comprensión lectora y de las mínimas competencias para enfrentar análisis alguno, además de una ausente formación en pensamiento crítico, llevando a que las redes sociales sean el mecanismo formativo esencial de las nuevas generaciones.

Pero, adicionalmente, el país está formando verdaderos “analfabetos ciudadanos”, puesto que las nuevas generaciones no han tenido ninguna formación en materias cívicas ni en valores republicanos, como asimismo sobre normas éticas fundamentales para una adecuada convivencia social. Frente a todo esto, reina el silencio en todas las arenas del debate nacional. Las vergonzosas y reiteradas protestas protagonizadas por estudiantes de los llamados “liceos emblemáticos” son muestra evidente de una crisis profunda, marcada por la ausencia de esfuerzos formativos en materia ciudadana y en el respeto por las ideas ajenas.

Chile tuvo un gran pasado en materia educacional. Ello gracias a las Escuelas normales que por más de un siglo formaron profesores inspirados en el ideario educativo de Valentín Letelier y Abelardo Núñez, como también gracias a la influencia del Liceo y de visionarios importantes como Juan Gómez Millas y Juvenal Hernández. Sin embargo, no hay que intentar replicar el pasado, sino que construir un proyecto que reordene nuestra educación, establezca prioridades programáticas y renueve sustancialmente la formación de profesores.

Es hora de que el Consejo Nacional de Educación sea empoderado y conformado adecuadamente para abordar este problema en su fondo y proponer soluciones que miren al futuro con seriedad y solvencia. Nuestra sociedad se encuentra en una fase de grave decadencia, en gran parte debido a la decadente educación que brindamos a las nuevas generaciones. (El Mercurio)

Prof. Luis A. Riveros
Exrector Universidad de Chile

Decano Universidad Central