Cada candidatura tiene que superar al menos una crisis antes de poder asentarse. Kast la tuvo con la emergencia de Kaiser que amenazaba con desbordarlo, Matthei al ser desplazada del primer lugar y ahora la tiene Jara por la exposición a las querellas internas de los partidos que la apoyan.
Kast y su equipo decidieron mantenerse en la estrategia ya definida y capear el temporal. Matthei apostó al trabajo de equipo y a la capacidad de integrar apoyos diversos. Ahora es Jara la que tiene que salir de una crisis, los otros tuvieron más tiempo para superar su momento crítico, pero aquí no ocurre lo mismo.
Lo que hace la diferencia es que los competidores de Jara han tomado todas las decisiones del caso y, para bien o para mal, han definido un patrón de comportamiento que no van a variar de aquí a noviembre. En la derecha ya no hay decisiones clave que definir, sino apuestas tomadas que implementar.
La oposición tiene en conjunto una excelente posición electoral, pero no tiene una existencia política unitaria. Esta es su limitación fundamental. No se saca nada con sumar sus adhesiones como si ya nos encontráramos en segunda vuelta.
El hecho de que las diferentes candidaturas presidenciales de la derecha den por garantizado que en diciembre sus electores se alinearán tras el que obtenga más votos no está facilitando las cosas en el presente. Todo lo contrario.
Los mayores consensos en la oposición se expresan en el diagnóstico mucho más que en el modo como se espera conducir al país. Eso juega más a favor de una confrontación dura que de un acercamiento progresivo.
El gran acuerdo en la derecha consiste en evaluar que la candidatura de Jara tiene un piso y un techo muy próximos. Como eso implica que no puede alcanzar la mayoría, se refuerza el convencimiento de que en este tramo de la competencia es donde hay que jugarse el todo por el todo.
Es la hegemonía lo que se juega ahora. Como ninguno de los involucrados espera ser tratado con guante blanco por sus socios una vez que se dirima la contienda, la expresión de las diferencias se ha ido acentuando con rapidez.
El que mucho tiene, mucho pierde
En la oposición están tan seguros del triunfo de uno de sus candidatos como convencidos de que no da lo mismo quién gane. De otro modo el entendimiento entre candidaturas se hubiera producido hace mucho. Cuando las diferencias son pocas se apoya al que va primero sin dramas, pero no es este el caso.
Tampoco da lo mismo dónde se encuentre cada personaje en particular cuando se cuenten los votos. Por eso la figura de los desertores se está volviendo parte del paisaje y se están dirigiendo casi exclusivamente en favor de Kast.
La competencia en la derecha se está haciendo muy ruda y eso trabaja a favor de un mayor acercamiento entre los candidatos y sus respectivos comandos. Puede que en estos lados se estén cometiendo más errores que los necesarios, pero no hay mucho espacio para que escalen o se aprovechen para cobrar cuentas internas. Los tropiezos se tratarán con indulgencia dado lo mucho que está en juego.
La prueba está en que los episodios más anecdóticos de la campaña se dan rápidamente por superados, como ocurrió con las declaraciones de Juan Sutil. En cambio, los dichos de Lautaro Carmona siguen siendo sobredimensionados como punto básico de conversación en el oficialismo.
Con la derecha compitiendo en dos frentes y sin la intención de ningún participante de darse por vencido, lo que decidirá la campaña presidencial está por pasar y dependerá de lo que hagan los candidatos en sintonía con sus equipos de campaña.
A los candidatos los vemos siempre y es fácil hacernos una idea de su desempeño, no ocurre lo mismo con sus equipos de campaña, a los que se puede evaluar por los efectos de sus acciones más que por conocer en detalle su dinámica interna.
Que constituir un equipo de campaña no es cosa fácil, nos lo puede testimoniar Matthei, quien dispuso de todo el tiempo necesario y más para constituirlo con calma y es quien más modificaciones y ajuste se ha visto obligada a implementar.
Los cambios se han seguido produciendo y con tanta frecuencia que hasta los partidos que la apoyan se enteran por la prensa de las últimas novedades al respecto, como lo ha señalado Juan Manuel Santa Cruz, presidente de Evópoli.
El hecho es que los afinamientos entre candidatos y equipos de campaña ya se ha producido y esa es una ventaja que terminará por desequilibrar la balanza si no ocurre pronto algo similar con la candidatura oficialista. Para completar este movimiento se dispone de entre dos o tres semanas, no más.
El comando es de la candidata, no de los partidos
En la centroizquierda hay razones suficientes para que los partidos den gran importancia a la competencia parlamentaria y para que expresen sus diferencias a fin de poder distinguirse en el periodo electoral. Lo importante es que la campaña presidencial no adopte la misma lógica y la instale en su interior.
Desde el núcleo de la campaña presidencial se tiene que creer en la posibilidad del triunfo y abordar la competencia desde la representación de los consensos.
La coexistencia de estas dos lógicas es inevitable, pero los ámbitos de cada uno deben ser respetados. Los partidos son autosuficientes para expresar sus diferencias desde sus sedes, no hay que permitir que se trasladen al comando.
Nadie ayuda si se pone a discutir en voz alta al lado de Jara, porque la invisibiliza en vez de proyectarla. No importa quién tiene la razón o en qué grado, el punto es que han escogido el lugar equivocado para dirimir el asunto.
No hay unidad sin diferencias, pero tampoco sirve expresar diferencias sin tener una unidad que preservar. Si los partidos quieren hacer un aporte a la campaña que trascienda en el tiempo, superando lo logrado por la derecha, tienen que constituir formalmente una coalición. Se mostrarían capaces de confluir en propuestas y no sólo de exhibir sus diferencias.
El comando también tiene que ir adquiriendo una fisonomía propia. Si está compuesto por representantes de los partidos ante la candidata, velarán principalmente por los intereses de quienes los han mandatado para ese efecto.
Como ocurre en el caso de las candidaturas exitosas conocidas, una candidata que postula a conducir Chile establece un núcleo en la dirección de la campaña para quienes el principal interés es ganar la presidencia. No se trata sólo de arbitrar diferencias, sino de conducir y eso es lo que falta. Al menos es la opinión general y para tener un comando en plena forma el tiempo está corriendo en contra. (El Líbero)
Víctor Maldonado



