Al comenzar la semana en una entrevista a El Mercurio de Valparaíso, la senadora Paulina Núñez, vocera de la campaña de Evelyn Matthei, planteó la necesidad para esa campaña de “llegar a un socialismo democrático que hoy se siente huérfano”. Fue suficiente para que las campanas tocaran a rebato en la centro derecha y, aunque la senadora se apresuró a explicar que lo que había señalado era que estaban trabajando para atraer a quienes no han definido su voto, ya el miércoles casi toda la prensa reportaba críticas y reclamos por sus palabras. La síntesis la hizo el candidato a diputado por la UDI, Ricardo Neumann, quien afirmó: “…el comando está capturado por el lado malo de Chile Vamos”.
¿Tiene razón Neumann, y Paulina Núñez está situada en el lado “malo” de la centro derecha? ¿O será al revés y él es quien está situado en el lado “malo” y Núñez la que está en el “bueno”? Hasta aquí no lo sabemos. Lo único que podemos saber con seguridad a raíz del incidente es que esa centro derecha está dividida en dos lados, uno “bueno” y uno “malo”.
Lo que sigue de manera obligada es preguntarse de qué dependen la bondad y maldad de esas partes para poder calificar las palabras de la senadora Núñez. Y la única respuesta posible, ya que de política estamos hablando, es que dependen de lo que la centro derecha busca lograr como conglomerado político.
Es probable que a una pregunta tan simple como esa algunos reaccionen con una respuesta igualmente simple: ganar las elecciones. Quienes lo hagan se equivocan. Lo que debe buscar un partido político o una coalición de partidos en democracia es mucho más que sólo ganar elecciones pues, si eso fuera todo, nada diferenciaría a los partidos entre sí y la política se convertiría en una rama más del show business, quizás una suerte de reality show en que los partidos disputarían los votos del electorado sobre la base de pruebas impuestas por los patrocinadores. Por ejemplo, quién ofrece la tasa de crecimiento económico más alta, quién la medida de contención del delito más salvaje, quién la manera más brutal de expulsar inmigrantes, quién la mayor reducción de las listas de espera en consultorios, quién…
Ciertamente en democracia sólo partidos de ocasión, nacidos por lo general al amparo del carisma de caudillos populistas, pueden vivir sólo para ganar elecciones. En democracia, la razón de ser, lo que explica la existencia de diferentes organizaciones políticas, es justamente la diferencia de opciones que ellas ofrecen. La diferente manera en que esas organizaciones analizan la historia, observan el presente, interpretan las necesidades de sus ciudadanos y ciudadanas y ofrecen soluciones para esas necesidades en el marco de la misma democracia. Esa es una condición de la democracia y quizás la única que permite calificar como “buena” o “mala” una decisión partidaria.
Sobre esa base, hagamos el ejercicio de tratar de distinguir entre lo “bueno” y lo “malo” con relación a la centro derecha.
Lo primero a convenir es que lo que apenas se oculta detrás de las palabras del candidato Neumann es que los votos que él persigue están en un lado distinto de aquel en el que los busca la senadora. ¿Qué votos busca él? Ya que rechaza los votos de la centro izquierda, podemos colegir que las únicas opciones que le restan son o los votos del resto de la derecha o los votos del centro. Y debe quedar claro que esas dos son opciones diferenciadas e incompatibles entre sí, porque los recientes plebiscitos han demostrado que la votación de centro abomina de los extremos. Así pues, el candidato Neumann debe estar consciente que los votos que le faltan están o en el centro o en la extrema derecha, pero no en ambos.
Concentrémonos en los votos de la extrema derecha, que son aquellos que hoy se disputan las candidaturas de José Antonio Kast y Johannes Kayser. Son votos que siguen a caudillos capaces de fotografiarse blandiendo armas de fuego como señal de la dureza con que van a combatir el delito; que consideran a quienes no comparten sus ideas como enemigos que deberían desaparecer y, en consecuencia, califican como cobardes (la “derechita cobarde”) a quienes están dispuestos a alcanzar acuerdos con sus adversarios cuando lo consideran necesario para el país. Son votos que, estimulados por las expresiones y el comportamiento de esos líderes, rechazan la idea de que intervenciones del Estado sean necesarias para superar exclusiones, desigualdades o injusticias sociales y, por el contrario, siempre estimulados por esos líderes, están permanentemente cuestionando y poniendo en peligro la existencia de ministerios como el de la Mujer. Son votos, en fin, que siguen a candidatos que se asocian -por pertenencia a asociaciones internacionales o por compartir ideas- con líderes mundiales amigos de proclamar su intención de suprimir el Estado blandiendo motosierras.
Esos electores son tan derechistas como Ricardo Neumann y, en democracia, tienen todo el derecho de serlo. Lo que Neumann y quienes piensan como él deben elucidar, sin embargo, es si se sienten y practican su derechismo de la misma forma que ellos. Si él se siente identificado con esa visión de la democracia y la política, tendría toda la razón en juzgar que quien está equivocada buscando votos en otra parte -que quien está en el lado “malo”- es Paulina Núñez. Si, por el contrario, él rechaza esa visión, el equivocado es él y se ha situado, queriendo o sin querer, en ese lado “malo”. Pero, claro, ese no es un dilema personal de Neumann: es el dilema de Chile Vamos y es ese conglomerado el que debe resolverlo.
Aunque en mi opinión ya lo resolvió pues, si algo demuestra nuestra historia reciente es que, quizás por efecto de la consolidación de la democracia post dictatorial, finalmente quienes se sienten derechistas han logrado formas específicas de identidad y las aguas se han separado. Hay quienes se definen a sí mismos y a sus objetivos sociales en los términos que describí arriba y quienes desean proponer soluciones en la medida de lo posible, sin pretender la destrucción de enemigos sino la derrota de adversarios y buscan, para ello, atraer a electores sobre la base de las más amplias alianzas que le sea posible construir. Y yo no tengo dudas que Chile Vamos expresa a ese segundo segmento de chilenas y chilenos que se sienten derechistas.
Si estoy en lo cierto, quién está en el lado “malo” de Chile Vamos (o en el lado equivocado de la centro derecha) es el candidato Neumann y quienes piensan como él, no la senadora Núñez. Es ella quien tiene la razón: los votos que se pueden identificar con ellos y su candidata presidencial están en el centro -incluidos votos de centro izquierda desencantados con el comportamiento de sus partidos que insisten en asociarse con la extrema izquierda- y no en la extrema derecha, que no se les parece y, por lo demás, ya escogió a sus candidatos.
Quizás es por ello por lo que la vocera de la candidatura de Evelyn Matthei es Paulina Muñoz y no Ricardo Neumann. (El Líbero)
Álvaro Briones



