Dale León-Roberto Munita

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Una media hora después de la fumata blanca, se abrió la ventana del balcón central de la Basílica de San Pedro. Como es tradición, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti asomó para pronunciar las ya proféticas palabras “Habemus Papam”. La sorpresa fue inmediata: el nuevo sucesor de Pedro sería el cardenal Robert Prevost. Varios lo pudieron ubicar en el mapa, ya que era uno de los papables. Nos demoramos poco en advertir que era un moderado, de espiritualidad agustiniana, misionero en Perú por décadas, y de mayor o menor cercanía al legado de Francisco. Por eso, quizás, lo que más llamó la atención, fue en el nombre elegido: el nuevo Papa sería León. León XIV.

No eligió llamarse Francisco Segundo. Tampoco Agustín Primero. Decidió revivir una tradición dormida por más de un siglo, y seguir el legado de los Leones. ¿Por qué? Él mismo lo explicaría días más tarde: “En homenaje a León XIII, quien abordó la cuestión social durante la primera revolución industrial con su encíclica Rerum Novarum”, haciendo referencia a este breve y brillante carta publicada en 1891, que aborda temas como la dignidad de los trabajadores, la importancia de la propiedad privada, y el deber del Estado en materia de justicia social.

Siempre es bueno revisitar la Rerum Novarum. Es cortita, se lee rápido y deja buenas reflexiones. ¿Por qué? Porque esta encíclica no sólo es uno de los textos de la Iglesia más influyentes en la historia moderna. Es, además, un texto incómodo.

Es incómodo, porque el Papa León XIII se da el lujo de tirarle las orejas a casi todos. Con la izquierda, la Rerum Novarum es lapidaria. Acusa al socialismo de fomentar el odio entre pobres y ricos, y de pretender reemplazar la propiedad privada con una propiedad colectiva que podría ser, en palabras del mismo León XIII, perjudicial para el proletariado. Lo interesante es que, en su crítica, el Papa usa el lenguaje del propio Marx, hablando de clases, de proletariado, de capital y trabajo. Es una respuesta dialéctica… pero en dirección contraria al marxismo.

Pero la Rerum Novarum también incomodará a los sectores más conservadores. El Papa es enfático en defender la dignidad del trabajo, los derechos de los obreros, y la justicia social, aquel concepto despreciado por algunos sectores de derecha. Como anécdota, puedo contar que, hace algunos años, en un think tank ligado al mundo de la derecha liberal, hablé de la justicia social y amablemente me invitaron a no usar “conceptos de izquierda”. Esto es sintomático de aquello que el Papa vio ya en el siglo XIX. El abandono de ciertas banderas por parte de algunos sectores genera que otros las hagan suyas sin contrapeso. León XIII lo entendió en su época. Y parece que León XIV también.

Al elegir el nombre de León, el nuevo Pontífice no sólo ha querido rendir homenaje al cardenal Gioacchino Pecci. También ha advertido que enfrentamos desafíos similares a los del siglo XIX: una nueva revolución -esta vez tecnológica-, marcada por la inteligencia artificial, la pérdida de sentido, y el malestar social. Frente a eso, dice el Papa, la Iglesia no puede permanecer callada. Estamos ante un Papa que, nuevamente, viene a que nos hagamos preguntas difíciles. Y si de algo podemos alegrarnos los católicos, es de tener un sucesor de Pedro que no teme incomodar. Porque en estos tiempos, tener una Iglesia valiente -y congregante- puede ser la mejor arenga. (El Líbero)