El próximo 21 de julio, el Palacio de La Moneda recibirá a diversos mandatarios progresistas en la cumbre “Democracia Siempre”. Por irónico que esto resulte, el Presidente Gabriel Boric será el anfitrión de mandatarios como Lula da Silva, Gustavo Petro y Pedro Sánchez; con el objeto de reflexionar sobre los desafíos que enfrenta la democracia y unirse a favor de la justicia social.
El hecho no es relevante porque el Presidente se esté reuniendo con políticos afines a sus ideologías, la postura política de Boric es evidente y a nadie le sorprende su afinidad con líderes como Petro, da Silva, ni su clara admiración por el proyecto político liderado por Sánchez. Pero lo que sí es preocupante es que el Presidente sea el anfitrión de una convocatoria diplomática en nombre de la República y la justicia social, con líderes cuyas credenciales democráticas en sus propios países son bastante cuestionables. La pregunta está en cuál sería la supuesta contribución a las visiones de democracia de estos líderes, cuando para muchos han sido los responsables de horadar las libertades en sus propias naciones. Lo anterior se ejemplifica con que, tanto Lula, Petro y Sánchez han intentado limitar las libertades e instituciones democráticas, arriesgando la dignidad e igualdad de sus conciudadanos -con dichos abiertamente racistas, como el caso de Petro y su vicepresidenta, o bien la persecución de los medios de comunicación- y sosteniendo posturas funcionales a regímenes dictatoriales como el cubano.
Gabriel Boric ha sido, a lo menos, irresponsable en cuanto a nuestra política internacional. Pero, además, esta reunión evidencia la verdadera comprensión de nuestro Mandatario sobre principios democráticos como la responsabilidad política, el respeto a las garantías constitucionales y el régimen de contrapesos del poder. Con ello, es posible visualizar sus verdaderas intenciones en cuanto a principios políticos, bastante enmascarados en sus últimos años de gobierno. Pareciera que Gabriel Boric ha sostenido una figura, como poco, dual, cínica y esquizofrénica en cuanto a valores ideológicos. Si bien, hacia el interior del país se ha demostrado como un “moderado” rehabilitado de sus impulsos revolucionarios, en el escenario internacional ha persistido en la obcecación de la defensa del progresismo radical.
Una vez más, queda claro que para Gabriel Boric “habitar el cargo” implica sobreponer sus propios deseos ideológicos por sobre los intereses nacionales; comprobando su débil compromiso con los principios de estado de derecho y de soberanía nacional. (El Líbero)
Antonia Russi



