El presidente le ha entregado al país un discurso largo en su Cuenta Pública, creo que demasiado largo, con muchas anécdotas y ejemplos que no ayudaron mucho a seguir una línea respecto de lo que el presidente pretende para los próximos años. Tal vez lo único más claro, es que supedita todo su accionar y el futuro del gobierno a una Reforma Tributaria, que de ser cierto su demanda de nuevos recursos para sus planes, requeríamos de a los menos cinco nuevas reformas tributarias y tres gobiernos para desarrollar sus planes, lo cual denota falta de profundidad gubernamental y de diagnóstico nacional del presidente y su grupo más cercano de gobierno.
No obstante lo anterior, se nota un cambio en el mandatario. Se puede observar en comparación con la cuenta anterior, que intenta acercarse a lo que debe ser un Jefe de Estado y se aleja del dirigente estudiantil y eso es bueno.
Por supuesto, no es el presidente Patricio Aylwin, ni está cerca de él, que es uno de los estadistas más importantes de nuestra historia democrática, pero el presidente Boric está a medio camino de ser un jefe de Estado con autoridad política en la idea de John Ralws en su Teoría de la Justicia.
En su intento de situarse a la altura de un Jefe de Estado, el presidente Boric hizo un llamado a la unidad del país de cara a la conmemoración de los 50 años del golpe militar de 1973, luego del cual, no hay ninguna duda, se instauró la dictadura más brutal de nuestra historia, encabezada por un autócrata que con mano de hierro atropelló los Derechos Humanos, donde hubo exilio, tortura, desaparición y muerte. Un dictador cuya nefasta figura vive en las antípodas de un verdadero estadista. Es por ello que la dictadura de Pinochet, a nivel de la comunidad internacional, entre los países de mayor desarrollo, con democracias de alta intensidad y desde la moral política está absolutamente condenada, no hay dos visiones en la esfera democrática internacional.
Pero por otra parte, pienso que el presidente Boric perdió una gran oportunidad para asumir el rol de Estado que le corresponde. Pudo haber referido su discurso en mayor proporción al tema de la seguridad y la crisis migratoria, que es donde Chile sufre una gran crisis -a esta altura catástrofe- y que es donde se concentra en gran parte el clamor nacional. Creo que el presidente en esto no estuvo a la altura de entender lo que la ciudadanía le está demandando y tendremos que ser nuevamente los parlamentarios quienes desde el Congreso saquemos adelante las iniciativas que se requieren en materia de seguridad. El presidente no supo leer las cartas de la historia en la hora presente y en ese sentido se puede observar que aún le queda esa impronta de dirigente estudiantil que se niega a abandonar.
Por ejemplo, el presidente no se refirió a la necesidad de contar con mayor dotación de carabineros, limitándose a señalar que habría cumplido con suplir el actual déficit del 40% de efectivos policiales, cuestión que tendremos que corroborar, espero que en los próximos meses egresen alrededor 1.300 nuevos carabineros, de lo contrario el presidente no sólo no habrá cumplido su promesa del año pasado, sino que estaría faltando a la verdad respeto de la información que dio en esta cuenta a la Nación. En esta misma línea, tampoco anunció ninguna medida para superar el déficit proyectado, que implica contar anualmente con 5 mil nuevos carabineros por los próximos 10 años, que es realmente la cifra que se necesita para superar el déficit policial y garantizar la seguridad que nuestras ciudades y barrios necesitan. Lo anterior implicaría la creación de nuevas escuelas de formación de carabineros, única forma de tener más efectivos policiales, el presidente tampoco se refirió a la necesidad de pagar el sueldo mínimo a los aspirantes a carabineros que hagan el curso, al igual que a los jóvenes que hacen el servicio militar, para que nutran nuestras Fuerzas Armadas, formula que pudiera estimular el ingreso masivo de jóvenes al servicio policial y castrense.
En definitiva, el presidente no habló de seguridad.
Así mismo, aunque reconoció que hay terrorismo en La Araucanía, no entregó ninguna propuesta, proyecto de ley o plan de seguridad para terminar con este flagelo, no haciéndose cargo de una demanda de autoridad de su parte para enfrentar a los grupos terroristas que asolan La Araucanía. El presidente mostró tibieza y cobardía al no enfrentar este problema de forma directa y a lo menos ensayar una solución. Sí sólo ocupáramos la mitad del presupuesto que el presidente aspira para cultura (cuestión importante) algo así como 900 millones de dólares en luchar contra el terrorismo de seguro que lograríamos desterrar este flagelo de nuestra Araucanía y podríamos vivir en Paz, cuestión que no sólo hemos olvidado, lamentablemente, sino que parece sólo una quimera.
En definitiva, podríamos seguir desmenuzando la Cuenta Pública del Presidente, pero con ello sólo nos quedaría más claro que no hay una agenda de seguridad, lo cual es muy penoso. Justo cuando en el país tenemos una crisis migratoria, terrorismo, crimen organizado y delitos cada vez más violentos y aberrantes, es decir, una grave crisis de seguridad (catástrofe), la respuesta del Presidente fue bastante nula o en el mejor de los casos débil.
En este sentido el primer mandatario aspira a ser presidente de todos los chilenos, pero claramente sigue mirando por su espejo retrovisor al dirigente estudiantil, sin asumir a cabalidad el rol de Jefe de Estado que lo convoca a encontrarse con la historia presente sus dificultades, sus desafíos pero por sobre todo su legado.
Si el presidente Boric no enfrenta decididamente la delincuencia y crimen organizado en el País y el terrorismo en La Araucanía no dejará ningún legado significativo que recuerde aquella Patria buena de Aylwin que citó al final de su larga alocución. (La Tercera)
Andrés Jouannet Valderrama



