Hay fechas que no deberían pasarse por alto y olvidarse. No por nostalgia, sino porque tienen el poder de mostrarnos lo que pasa cuando no escuchamos, cuando no aprendemos, cuando la soberbia nos nubla la vista.
El pasado 2 de abril tuvo lugar el denominado “Día de la Liberación”, y aunque el término remite a contextos muy disímiles, guerras, dictaduras, luchas por derechos fundamentales, vale la pena mirar también hacia otro tipo de gestión, la que nace de repetir los mismos errores, creyendo que esta vez todo será distinto.
En una palabra el acontecer de 1929: desplome. Las bolsas colapsan, la economía se congela, la confianza desaparece. Pero a diferencia de lo que muchos creen, ese crash no fue un accidente, o una ola inesperada, ni menos algo fortuito. Fue el desenlace de una serie de malas decisiones, tomadas con la convicción de que Estados Unidos podía fortalecer su posición mundial sin consecuencias.
En 1930, el presidente Herbert Hoover firmó la ley Smoot-Hawley, subiendo los aranceles a más de 20 mil productos importados. La cosa es que el mundo respondió con la misma moneda (¿les parece cercano?). El comercio mundial se contrajo en un 60 %. Una economía que ya estaba tambaleando, terminó por caer en picada y, aunque las tarifas no fueron la única causa de la Gran Depresión, está claro que fue gasolina para un incendio que se extendió hasta 1933.
Recién con el Reciprocal Trade Agreements Act de 1934 se empezaron a desarmar estas barreras y a entender que, en tiempos de crisis, levantar muros solo multiplica el daño. Ahora, si todo esto suena lejano, distópico o académico, pensemos que en 1929 el mundo vivía una tensión casi cinematográfica. Presiones geopolíticas, populismos, discursos nacionalistas, guerra comercial, inflación, innovación tecnológica desatada, desinformación… ¿Les suena? Estamos más cerca de un guión de Christopher Nolan que de un capítulo cerrado del pasado.
Mi punto es simple, la historia no se repite, pero rima. Y el presente empieza a tener un ritmo peligrosamente parecido al de aquellos años. La tentación de encerrarse, de proteger lo propio a costa del otro, de tomar decisiones pensando en la próxima elección y no en la próxima generación, está más viva que nunca.
Pensemos distinto. Pensemos en no caer dos veces en el mismo error. Tengamos el coraje de mirar la historia y decir: “por ahí no”. Prepárate. Diversifica. Colabora. Sé austero. Y sobre todo, estudia la historia. Porque nadie se libera del riesgo si no entiende de dónde viene. (Red NP)
José Ignacio Camus
Co- Founder Admiral Compliance