Crisis social: encaminándose del malestar al rechazo

Crisis social: encaminándose del malestar al rechazo

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“En todo jardín hay una época de crecimiento. Existen la primavera y el verano, pero también el otoño y el invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el otoño. Mientras no se hayan seccionado las raíces todo está bien y seguirá estando bien”.

Jerzy Kosinski. Desde el Jardín. Respuesta de Chaucey Gardiner al Presidente de Estados Unidos supuestamente como analogía al estado de la economía.

El estallido social del 18/O es la manifestación de un proceso sumamente complejo y, como tal, no admite lecturas tan simples como ha querido plantear el Presidente Piñera con la tesis de la intervención extranjera; tampoco hay capacidad de actores políticos como el FA y el PC para generar un impacto de dimensiones tan colosales. Diversas encuestas venían mostrando un deterioro agudo del respaldo al gobierno e inéditos porcentajes de rechazo, pero el 6% de la última encuesta CEP de apoyo al Presidente  y un 82% de desaprobación es la deslegitimación más acelerada y brutal desde el reinicio de la democracia. Es lógico, como advierten varios actores de la propia derecha, que en este rechazo al mandatario también se engloban partidarios de más mano dura, pero eso no es suficiente para entender el descalabro en otras instituciones, entre las que se cuentan los diarios (11%), la televisión (8%) o las empresas privadas (7%). Tampoco explica que Jaqueline Van Ryselberger, que intenta liderar precisamente la línea dura, esté en el último lugar de aprobación con 6% y 74% de rechazo. En consecuencia, no es un asunto de mano blanda o dura, sino una crisis institucional que apunta a la ineficacia y credibilidad del sistema, evaluación ya arraigada y extendida en la sociedad.

La profusión de análisis sobre el “malestar” social que se venía incubando en Chile ha tratado de interpretar con diversos énfasis el fenómeno de estos meses. Las explicaciones han sido variadas: desde un quiebre generacional que fija una frontera en los sub 35; la evidencia de una desigualdad mayor debido al cambio climático; la precarización de adultos mayores y de los hogares de “ingresos medios”; las inequidades de género, etcétera. Cada una de estas visiones se basa en indicadores sólidos pero no basta para establecer una visión suficientemente comprehensiva de un proceso que tiene muchos elementos de una verdadera “torta de mil hojas”. En este sentido, no es en el malestar ni en las demandas ciudadanas donde se deben buscar respuestas. La crisis se instala y se origina en los propios actores ahora interpelados, en las instituciones y quienes las representan, y es allí donde está el problema. Es necesario, sin descuidar la crisis social, tener una mirada en lo institucional.

Si el enfoque del gobierno y el propio Congreso es limitarse a discutir cambios y ciertas mejoras al sistema previsional, la salud, educación y demandas varias, las cosas negativas no deberían cambiar demasiado para el sistema político e institucional. Tampoco hay seguridad que esto aplaque las movilizaciones que seguro vendrán al finalizar el verano. Aunque cada una de estas medidas implica muchos recursos, no dejan de ser un “piso” para una sociedad demasiado vapuleada y postergada. Sociedad que, además, asume que hace mucho rato “hay plata” y que la avaricia, corrupción y descaro de la élite es el verdadero problema. El no pago de contribuciones por décadas de una de las casas del Presidente de la República es la guinda de la torta.

El cambio de prioridades sociales que marca la encuesta CEP muestra que las demandas actuales, si son más o menos cubiertas, deberían tender a sustituirse por otras. Ese sería el mejor de los mundos porque marcaría un cierto encauzamiento, pero los recursos se limitan cada vez más y lo que se logre en estos meses será, muy probablemente, el máximo posible durante este gobierno. De ahí en más se abre un largo período de agonía política.

Un informe difundido en líneas generales por la empresa Verisk Maplecroft constata un aumento significativo de los disturbios sociales en el mundo y Chile se ubica, junto a Hong Kong, liderando la tabla. El estudio sostiene que el primer mes de movilizaciones ocasionó un descenso de 1,1% del PIB, con daños a infraestructuras por USD 4.500 millones y pérdidas por USD 3.000 millones.[i] El pronóstico de riesgo social para 2020 es extremadamente pesimista para Chile y, de repetirse eventos de destrucción y saqueos similares a los de Octubre y Noviembre, pueden llevar a una debacle económica severa. Esta eventualidad es bastante irrelevante para los movimientos sociales que, si bien en su mayoría no apoya la violencia, se enfocan en la legitimidad de sus demandas y las eventuales respuestas de la “clase política”.

Los discursos económicos hoy están limitados; ya no se puede hablar de los “brotes verdes” o “la baja en el precio de las flores”; comparaciones de autoridades económicas que transversal e inconscientemente nos remiten a la analogía de opiniones “cretinas” de “Chauncey Gardinier”, el personaje novelesco de la novela “Desde el Jardín” de Jerzy Kosinski. En la novela, y la película protagonizada por Peter Sellers, se describe un jardinero intelectualmente limítrofe que, por accidentes del destino, es confundido con un erudito hombre de negocios. En una serie de enredos Gardinier termina como asesor del Presidente de Estados Unidos hablando siempre de plantas, flores y los cuidados del jardín que todos se esmeran por interpretar como símiles de la economía y la sociedad. En el caso nuestro ya nadie está para dar el beneficio de la interpretación; todo es sospecha y entre el papelón del Big Data del gobierno y la distorsión de la prensa, la gente cree mucho más en las redes sociales que en medios o autoridades establecidas. Esto es relevante porque aquí no hay estrategia comunicacional que pueda componer nada.

En un escenario caracterizado por reivindicaciones amplias y dinámicas; con alto grado de movilización; con sentido de legitimidad y justicia instalado en el proceso social, en contrapunto a la deslegitimación institucional; con aspectos territoriales, etáreos, de género y medioambientales aun insuficientemente expresados en medidas concretas, no serán suficientes las respuestas legislativas sectoriales. La recuperación institucional requiere de reformas que cambien las culturas corporativas, que impliquen una nueva distribución de poder y eleven a un mínimo aceptable la eficacia de las instituciones de los tres poderes del Estado. No tiene sentido abordar estas cosas en forma parcial o aislada; esta es una tarea imprescindible para el proceso Constituyente. Por eso es inexplicable esta actitud de “prescindencia” del gobierno frente al acuerdo resultante a partir del llamado a la paz que hizo el propio mandatario, ni tampoco el rechazo anunciado por la UDI y sectores de RN.

Si no se entiende la necesidad de cambios en el sistema político e institucional del país existe un riesgo real que el malestar se transforme en un rechazo activo. La consigna “que se vayan todos”, que se vio hace unos años en diversas latitudes con el movimiento de los indignados, puede ser bastante más radical en un país como Chile, que muestra un nivel de efervescencia y crispación inédita en la historia reciente. La tarea es difícil para un Congreso apoyado en el margen de error de las encuestas, un gobierno con 5% y un Presidente con 6%…esa es la realidad de nuestra “sólida” institucionalidad política. Por ahora, la falta de un acuerdo que asegure la representación en el proceso constituyente en materia de género, indígena e independientes es un mal síntoma de un enfermo que parece adentrarse inexorablemente a un estado terminal, pero que ignora por completo el diagnóstico. Quizás por eso hay quienes piensan que lo peor ya pasó, que la crisis no está en la propia casa y que, finalmente, “el jardín está en calma, sumido aún en el reposo”. (NP)

Luis Marcó

[i] https://www.maplecroft.com/insights/analysis/47-countries-witness-surge-in-civil-unrest/

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