¿Cómo se explica que la ciudad más próspera de lo que es, el país más próspero y respetuoso de la ley de América Latina, haya explotado en protestas amarradas a disturbios y saqueos? ¿Qué nos enseñan los acontecimientos recientes sobre la insatisfacción de los ciudadanos y el potencial de violencia en las sociedades modernas? se pregunta Andrés Velasco en una columna en Project-Syndicate el 28 de Octubre. Me tomé la libertad de insertar mi traducción de algunos de sus puntos porque son muy sabios.
Para empezar, el fenómeno es mundial. Los cambios sociales y tecnológicos alimentan tensiones en las sociedades modernas. En EE.UU. se culpa al comercio internacional y a los inmigrantes, en Chile al sistema de mercado, que mal que mal trajo el progreso.
En el caso de Chile, se habla de los abusos de monopolio, aunque la colusión y la fijación de precios no comenzaron ayer. Hasta hace una década, las sanciones eran débiles y la agencia a cargo tenía poca autoridad y pocos recursos para investigar. Hoy, la fijación de precios es un delito penal que conlleva penas de cárcel. Parece plausible que los abusos estén retrocediendo. Pero ese mismo progreso puede haber ayudado a plantar las semillas de la ira pública.
Miremos el mercado laboral. La tasa de desempleo en Chile está cerca del 7% y los salarios reales han aumentado mucho. La mala noticia llega cuando nos fijamos en la estructura del empleo. Casi un tercio de la fuerza laboral trabaja por cuenta propia o trabaja en el servicio doméstico, en muchos casos sin un contrato formal y sin beneficios. Entre aquellos que tienen un trabajo formal, la mayoría trabaja con contratos a corto plazo. Las tasas de empleo para mujeres y jóvenes se encuentran entre las más bajas de la OCDE.
La lista de reformas que solucionarían esta situación, como horarios de trabajo adaptables, esquemas modernos de indemnización por despido, mejor capacitación laboral, es evidente. Pero, las personas políticamente influyentes han bloqueado las reformas, mientras que las personas perjudicadas por la situación no están representadas. Pocos políticos defienden a la joven desempleada con dos hijos y sin diploma de escuela secundaria.
Concuerdo con Andrés Velasco, el sistema político le ha fallado a la gran mayoría, tanto en Chile como en el mundo. Mientras vemos como abordar el problema, podemos aportar una gota de agua para enfriar los ánimos. Podemos reducir el estrés, escuchando; manteniendo la calma si alguien nos grita; ayudando a quien esté pasando por penurias de cualquier tipo; enseñando a un niño a hacer la tarea; a un adulto mayor a usar el teléfono; a quien no sepa como pedir hora al doctor.
Las cosas han cambiado demasiado rápido. (La Tercera)
Alejandra Cox



