Un grupo de destacados laguistas apoyó la candidatura de Carolina Goic, expresando varios de ellos su compromiso con la renovación del pacto socialdemócrata-socialcristiano que animó a la Concertación y que gobernó a Chile por dos décadas en un ambiente de estabilidad y desarrollo.
Dos aspectos me parecen valiosos en la iniciativa: primero, su evidente desapego a las consideraciones electorales; y segundo, la voluntad de separar aguas con los partidos que apoyan la opción de Alejandro Guillier. Lo primero es expresión de una real vocación de poder, en cuanto supone auténticas convicciones respecto de un proyecto político que no es representado por la candidatura del senador por Antofagasta. Lo segundo habla de un cierto coraje, pero matizado con una cuota de realismo, en la medida que es compatible con las bajas expectativas de que algún candidato pueda derrotar a Sebastián Piñera.
Con todo lo valioso que representa este paso, dista mucho de ser todavía el sustento de un proyecto consistente, capaz de erigirse como una alternativa viable en el mapa político. Le falta juventud, definiciones claras, liderazgos nítidos, porque los rostros de este laguismo son intelectuales, empresarios, personas de mucho talento y compromiso con lo público, pero no son dirigentes políticos de terreno.
Carolina Goic, por su parte, ha cometido un error fundamental: ha sido incapaz —probablemente porque la traicionan sus instintos— de ver que sus reales adversarios están a su izquierda. Con un empeño contumaz les “dispara” a Piñera y a la derecha, como si su sobrevivencia dependiera de colocar un dique hacia ese sector. Nada más alejado de la realidad, ya que su candidatura, la DC y una eventual nueva Concertación dependen exclusivamente de recuperar una parte significativa del electorado moderado de centroizquierda que hoy, entre confuso y resignado, se ha ido con Guillier o con Sánchez.
La estrategia de una candidatura que busca sacar 5 ó 6 puntos, recuperándolos desde la opción de Piñera, sólo es consistente con quien está haciendo un rodeo para volver a juntarse con la Nueva Mayoría. Es funcional a la izquierda, a una izquierda que sin ninguna preocupación estética los está asfixiando y cada día se acerca más al Frente Amplio.
Una Concertación II, con identidad clara, sólo puede existir si se levanta como una alternativa nítidamente contrastante con la Nueva Mayoría y el Frente Amplio, sin ningún complejo para defender una agenda socialdemócrata de crecimiento y redistribución compatible con ese objetivo económico, como alguna vez planteó el ex Presidente Lagos con su “crecer con igualdad”, con su agenda de concesiones y algunas de sus reformas que profundizaron la lógica de mercado en ciertas áreas.
Evidentemente, esta no es una estrategia que hoy permita ganar, pero permitiría existir, algo que a todas luces no está consiguiendo Carolina Goic. Por muchos años el pacto socialcristiano-socialdemócrata mantuvo un discurso crítico del modelo —que contentaba a la izquierda que estaba al interior de la Concertación—, al mismo tiempo que gobernaba aplicando dicho modelo, e incluso profundizándolo. El gran desafío que tiene una Concertación II es que ese juego ya no es posible; producto del cambio en la correlación de fuerzas, sólo les queda elegir entre una de dos opciones: se suman al coro de la izquierda latinoamericana que está imperando, con menor o mayor intensidad, en la Nueva Mayoría y el Frente Amplio, o derechamente expresan su visión distinta y contrastante como un proyecto político alternativo a ellos.
Carolina Goic no está haciendo ni una cosa ni la otra, por eso no existe. No basta con el apoyo de figuras emblemáticas, los símbolos tienen que encarnar algo con proyección de futuro, que estimule a dar batallas actuales. La nostalgia de las épicas pasadas puede ser interesante para profundizar la amistad o escribir libros, pero con eso no se compite por el poder.
Está por verse si la Concertación es capaz, como en las series televisivas de moda, de levantar una segunda temporada exitosa, sin el elenco ganador de la primera. Hasta ahora sólo se ven buenas intenciones, pero con mucha confusión en el guión. Así esta serie lamentablemente no se renovará. (El Líbero)
Gonzalo Cordero