“Cómo han pasado los años, que mundo tan diferente” dice la canción de Rocío Durcal. El paso de los años produce cambios. En Chile las cosas también han cambiado, pero para mal. Todo ha cambiado, y aquella frase emblemática que lanzó un político, ahora retirado, (“hay que dejar que las instituciones funcionen”) ya no tiene sentido. El propio Fiscal Nacional, Ángel Valencia, dijo: “La ciudadanía sabe que este país cambió”.
El pasado 8 de agosto, Valencia dejó caer una verdadera lápida al comentar:
«Toda la comunidad, la ciudadanía que está en su casa y quizás está viendo esto, sabe que este país cambió, que ya no estamos en la misma situación. Sabemos que las calles no son las mismas que teníamos antes, sabemos que la noche no es la misma que teníamos antes».
Tiene razón, pero aun con el escenario de violencia, delitos desatados, crimen organizado que no da cuartel, la afirmación impactó y dejó un sabor amargo y sensación de alarma, porque, una cosa es que los vecinos argumenten que la criminalidad está haciendo lo que quiere, que hay barrios completos en que sus habitantes no pueden salir a la calle después de las 5 o 6 de la tarde, pero otra cosa es que lo afirme el Fiscal Nacional.
Leyendo entre líneas, uno ser atrevería a pensar si las apreciaciones de Valencia dan cuenta de un reconocimiento de que la lucha contra la delincuencia se está perdiendo o que se está avanzando muy poco.
EL VIOLENTISMO NOS QUITÓ EL FÚTBOL
Tanto han cambiado las cosas en Chile que hasta asistir a un partido de fútbol se ha transformado en un riesgo. Con la complicidad de las redes sociales, sujetos que no dan la cara llaman a lo que han bautizado como “arengazo”, es decir, en su nuevo significado, reunirse para cometer todo tipo de tropelías, causando daños y a veces mucho más que eso, mientras que los vecinos a los estadios deben refugiarse en sus hogares, tapiando puertas y ventanas en prevención de lo que puede ocurrir y que a menudo sí ocurre. “Nos han robado el fútbol”, me dijo un candidato presidencial cuando hablaba de sus planes para frenar estas y otras actuaciones, entre ellas el crimen organizado.
En el último “arengazo”, ayer viernes, leo que hubo desmanes. Carabineros actuó y hubo 18 detenidos. La pregunta que surge es ¿Qué sanción reciben estos sujetos? No he leído que sobre ellos haya caído el peso de la ley. Quizás han tenido sanciones leves y así los protagonistas saben que todo lo que hagan les “puede salir barato.”
En los años 60 cuando se enfrentaban en el Estadio Nacional los equipos «universitarios» de la Chile y la Católica el partido se informaba periodísticamente como un “clásico” que incluía actuaciones de artistas de carnavales y carros alegóricos sobre la cancha, los que eran aplaudidos por papás, mamás e hijos, mientras los abuelos gozaban del espectáculo. ¿Repetir algo similar hoy? Imposible. Los violentistas nos robaron esos sanos momentos. Ahora buscan mandar. El resentimiento y deseo de destrucción les brota por cada poro. Una pena. “Hay que dejar que las instituciones funcionen”
AMENAZÓ DE MUERTE AL ALCALDE Y QUEDÓ LIBRE CON RECLUSIÓN DOMICILIARA.
Hace algunos días, el Alcalde de San Bernardo, Christopher White, recibió una amenaza de muerte. Sí, amenazaron con matarlo no solo a él. “Alcalde, te vamos a matar a ti y a tu familia” decía el mensaje escrito en una hoja de cuaderno. Se iniciaron las indagaciones. La policía trabajó rápido y el autor fue detenido. Pasó a la justicia y el magistrado dictaminó “arresto domiciliario y prohibición de acercarse a la autoridad comunal».
El autor de la amenaza cometió un delito que a vista de un ciudadano común y corriente es grave. Amenazó con asesinar a una persona y a su familia; y la sentencia que recibió me parece sinceramente una burla. Quizás existan disposiciones legales atenuantes que se aplicaron, no lo sé. No soy abogado. Pero como periodista creo que la sentencia abre la la puerta para otras amenazas similares porque el próximo autor sabrá que la “sacará barata”.
LA EVASIÓN EN EL TRANSPORTE PÚBLICO
Periódicamente, las autoridades adoptan medidas para evitar la alta evasión de pago en el transporte público, sin resultados. Personalmente he visto cómo pandillas de cinco o seis sujetos pasan ante el conductor, se saltan el torniquete (cuando los había) y no pagan su boleto. Nadie dice o hace algo. Se arriesga, por lo menos, a recibir un puñetazo en la cara.
Cuando por los años 70 abordábamos un micro y subíamos por la puerta trasera ante la imposibilidad de usar la delantera porque el bus iba repleto y los pasajeros casi colgando, pedíamos a otros que iban de pie en el pasillo que traspasara a otro y otro el dinero para pagar el importe del boleto. El dinero pasaba de mano en mano hasta que llegar al conductor. Y no era todo. Instantes después volvía por la misma ruta humana el pasaje hasta nosotros, y a veces, con el vuelto.
Pregúntenles a sus padres o madres o algún pariente o amigo más maduro. Les dirán que eso era habitual. Así éramos los chilenos.
¿Qué nos pasó?
Por entonces las instituciones, desde las más modestas hasta las del más alto nivel, funcionaban porque la moral y conducta de los hombres que las conformaban lo aseguraba. (Red NP)
Marcos Borcoski



