Chile y el nuevo mundo- Ximena Rincón

Chile y el nuevo mundo- Ximena Rincón

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Después de la crisis financiera internacional de 2008 y 2009, que golpeó con particular fuerza a Europa y EE.UU., veo que el mundo no volvió a ser como antes. La mayoría de los países desarrollados o emergentes, que antes progresaban están experimentando un estancamiento prolongado, la fragilidad financiera, el endeudamiento y una creciente desigualdad de ingresos y de riquezas.

Al igual que las décadas de 1920 y 1930, las democracias occidentales se ven amenazadas por el rápido avance de los nacionalismos, populismos y xenofobia.

Los consensos predominantes del último cuarto de siglo, como la importancia de la globalización, el crecimiento, el libre comercio y el libre flujo de inversiones y personas entre naciones están siendo cuestionados. Observamos que las clases trabajadoras se ven afectadas por pérdidas de empleos y derechos sociales y junto con la clase media vulnerable y endeudada, comienzan a apoyar opciones que representan una ruptura con los consensos que han dominado las estrategias de desarrollo en las últimas décadas.

¿Por qué vivimos esta situación? y ¿cómo nos afecta? Son preguntas que creo debiéramos hacernos.
Hay tres fenómenos importantes que han acompañado el desarrollo económico, político y social en las últimas décadas que son espejo de las tendencias ya mencionadas.

Primero, el fuerte aumento de la desigualdad de ingresos y riquezas, fenómeno reconocido en varios comentarios recientes del mismo FMI. Segundo, el creciente poder de las élites económicas y políticas que las distancian más y más del sentir de las grandes mayorías.

Tercero, el poder de las tecnocracias en la gobernanza de los países, que con limitada empatía atienden las responsabilidades que el sistema democrático les ha entregado, y que en virtud de sus conocimientos técnicos logran posiciones de poder excesivas, que las han llevado a niveles de influencia desproporcionada y muchas veces sin contrapeso de la política, en la definición de las políticas públicas.
Me pregunto si esto es socialmente sostenible y si los sistemas democráticos serán capaces de diseñar caminos alternativos que mantengan el progreso de los países y del mundo. En definitiva, me pregunto si es posible compatibilizar lo bueno que hemos aprendido en las últimas décadas, con los ajustes para lograr un modelo de desarrollo más inclusivo y justo, que compatibilice el crecimiento y la integración económica con la equidad social y la protección de los derechos de las personas. No será éste el momento de pensar en una economía política “nueva”.Debemos interrogarnos sobre cómo debería ser la nueva gobernanza de las democracias, que hoy viven las dificultades, tanto si están a cargo de la centroizquierda o de la centroderecha, para que éstas prioricen los valores de participación, pluralismo, y tolerancia por sobre la aplicación de recetas económicas regresivas. Será que en el siglo XXI debemos lograr un balance más adecuado entre el poder de los ciudadanos hoy muy mermado, por una parte, y las élites económicas, políticas y tecnocráticas, por otra. Así como atender al rol que tiene la confianza en una sociedad avanzada.

Creo que la búsqueda de un nuevo diseño le ha quedado grande tanto a la centroizquierda como a la centroderecha individualmente consideradas.

Necesitamos mirar lo qué pasa en el mundo y un punto de encuentro que permita recuperar las confianzas. Aunque no lo reconozcamos públicamente, sabemos que no hacerlo tendrá impactos que afectarán principalmente a los más vulnerables, que son la gran mayoría en nuestra patria. Creo que estamos contra el tiempo y debemos actuar con sentido de urgencia. (La Tercera)

Ximena Rincón

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