La visita del Presidente Milei a Chile pudo haber ofrecido una oportunidad de recrear un campo de trabajo y proyectos de nueva magnitud para las relaciones bilaterales con Argentina. A diferencia de sus viajes a EE.UU., España e incluso Brasil, en los que viajó con una comitiva extremadamente reducida, en esta ocasión lo hace junto a su canciller, lo que atenúa la privacidad de la visita. Para un presidente concentrado en equilibrar las cuentas fiscales y sentar las bases que aseguren una reactivación robusta y sostenible de la economía argentina, estas horas en Chile podrían haber servido para sellar las bases de un salto estratégico en los vínculos bilaterales. Pero, los tiempos apremian y si los gobernantes de Chile y Argentina tienen miradas distintas y las oportunidades son escasas, los desafíos son de gran magnitud, lo que obliga a priorizar la agenda.
En 1984, con la suscripción del Tratado de Paz y Amistad, Chile y Argentina cerraron un ciclo de conflictividad que se arrastró por décadas. Si bien años antes se había despejado la disputa por las islas australes, el Tratado selló el Laudo Arbitral de 1977 y fijó la delimitación marítima en el mar austral. Una tarea de años que derivó en una transacción política y en la que hay que destacar la figura de Ernesto Videla, jefe del equipo negociador chileno.
A partir de ese año, pero con más fuerza al retornar la democracia en Chile, ambos países avanzaron en una espiral acelerada de integración, dando pie a acuerdos en numerosas áreas, varios de real significación y otros, como el caso de los recursos hídricos, delimitación de Campos de Hielo o integración minera, a los que faltó más rigurosidad.
Con el nuevo milenio volvieron las sensibilidades, al desechar Chile la invitación a integrar el MERCOSUR, optando en cambio por un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (2003). Luego, en 2004 el gobierno argentino sorprendió con un inesperado cerrojo a la provisión de gas a Chile, poniendo en serios aprietos a la matriz energética de nuestro país. A partir de esto, el sueño integracionista se desvaneció en su idea original, dando paso a dos modelos económicos, dos lenguajes comerciales y dos visiones sobre cómo encarar las transformaciones en el orden internacional.
Brotó el recelo entre ambos países y las relaciones bilaterales ingresaron a una etapa de bajo voltaje, alentando agendas paralelas en ambos lados de la frontera. Si bien surgieron voces que pedían la “superación” del Tratado de Paz y Amistad (1984), tampoco el Tratado de Maipú de Integración y Cooperación (2009) logró dar el brinco esperado, pues de aquel y como legado quedaron túneles y un acuerdo de libre circulación de personas sin cumplirse. La formalización argentina ante la ONU de pretensiones en la plataforma continental magallánica en 2009 y la objeción de Chile, agregó años más tarde un nuevo foco de debate limítrofe.
La pregunta entonces es qué hacer y cómo seguir. ¿No será el momento de esquivar las sombras de la contingencia, y de construir con el presidente Milei una nueva agenda, enfocada en el futuro y en la convergencia de intereses estratégicos? La economía argentina parece encaminarse a volcarse a la minería, cuyo potencial es enorme si Chile aporta con cadenas logísticas que permitan su exportación por nuestros puertos del norte. Ejemplo de aquello son los 98 proyectos mineros avanzados en las provincias de San Juan, Catamarca, Salta y Jujuy, todas ellas colindantes con Chile (20 de cobre, 49 de litio, 22 de oro, 5 de plata, 1 de plomo y 1 de uranio). De aquellos varios se ubican en la cordillera y se viabilizan económicamente a través de los puertos de Atacama y Antofagasta.
Del mismo modo, ¿no será tiempo de avanzar decididamente hacia modelos de libre circulación de personas en el sur? Solo en los 10 pasos entre la Región de los Lagos y Magallanes y Antártica Chilena circularon en 2023, 1.128.754 autos, 25.747 buses, 89.482 camiones (1.286.268 kgs), en gran medida personas y carga que transitan entre la región de Los Lagos y Aysén o Magallanes y de Santa Cruz en Argentina a la provincia de ese país en Tierra del Fuego.
No hay tiempo que perder. (Ex Ante)
Teodoro Ribera