Cuando la vida de una persona está en peligro, nadie elige a un “improvisado” para salvarla.
La profunda crisis de Chile no admite solitarios ni aprendices.
Gobernar exige de personas que comprendan la magnitud del desafío, expertos en todos los ámbitos y equipos de profesionales destacados que se complementen. Un presidente solo no basta.
Chile lleva más de diez años de deterioro económico: aumento de la deuda pública, del desempleo —sobre todo juvenil y femenino—, y esa economía informal que vemos en la calle. A mucha gente no le alcanza para llegar a fin de mes. Se requiere crear un ambiente institucional, social y económico favorable al crecimiento y desarrollo, y de una reforma tributaria bien diseñada. Aún se sufren las consecuencias de una gestión que dejó desequilibrios graves. La “mejor directora de Presupuestos de la historia de Chile”, según el exministro Mario Marcel, cometió errores severos: dejando un problema fiscal mayúsculo y partidas esenciales con deuda. El presupuesto para el próximo año, en plena discusión, se encuentra empantanado en el Congreso. Las señales son malas y se corre el riesgo de comprometer gastos difíciles de soportar para la próxima administración.
Quien asuma el gobierno debe entender cómo funciona la economía y conformar un equipo con experiencia pública, capaz de hacer crecer el país, atraer inversiones y reducir la informalidad. No basta ser economista ni asesor de empresas: se necesita un profundo conocimiento del Estado, un manejo fiscal serio y sentido de realidad. En otras palabras, se busca un estadista.
La frase “Es la economía, estúpido”, de James Carville —estratega de Bill Clinton en 1992—, recordaba al equipo de campaña que las elecciones se ganan respondiendo a las necesidades reales de la gente. Desde entonces, esa idea sigue vigente: los países se pierden cuando se olvida que el bienestar económico es el centro de la política.
La salud, la educación, el combate al crimen organizado, al narcotráfico y a la inseguridad requieren miles de millones de dólares y, sobre todo, de una experiencia probada.
No hay espacio ni tiempo para la improvisación ni los experimentos. Las promesas son muchas; las necesidades, aún más. Gobernar no es prometer, es cumplir. Y cumplir exige conocimiento, equipos, acuerdos e, indispensablemente, experiencia de gobierno.
El entusiasmo en la campaña política no reemplaza la capacidad real para gobernar. Gobernar para crecer no es cuestión de carisma, sino de idoneidad.
El gobierno de Gabriel Boric termina con más fracasos que logros. Corrupción también. Asumió sin experiencia y los resultados están a la vista. Repetir la historia sería un error. Elegir la ignorancia sería una falta mayor por reincidente y porque se trata del futuro de Chile y de sus 19 millones de habitantes.
Chile se juega en la elección del 16 de noviembre la continuidad de este gobierno. Apoyaron el estallido de octubre de 2019. No resolvieron los problemas sociales que se demandaban en la marcha del 25 de octubre de ese mismo año. Propusieron, en cambio, como respuesta, una constitución identitaria y plurinacional, imposible de financiar, que destruía la estructura del país.
El 60% de quienes le dieron el triunfo al histórico rechazo del 4 de septiembre de 2022 son los mismos que hoy buscan ganarle a la candidata oficialista, la militante comunista Jeannette Jara. Ella es la gran adversaria a enfrentar.
En los últimos días, Jara anunció que está evaluando dejar su militancia. Intenta desprenderse del peso del Partido Comunista y mostrarse como una figura moderada, casi socialdemócrata. Su tono y su atuendo han cambiado. Y como sabemos, “las apariencias engañan”. La candidata representa la continuidad de este gobierno y los chilenos pueden padecer este engaño. No parece contar con los conocimientos ni los equipos necesarios para potenciar a Chile. ¿Puede alguien cambiar sus convicciones de la noche a la mañana? Las ideas profundas no se visten ni se desvisten según la ocasión. En política, el disfraz es un engaño, una impostura que pagan los ciudadanos. Si gana, en el fondo gobernará con el Partido Comunista y con el oficialismo que hoy deja al país, como ya se ha mencionado anteriormente, en malas condiciones. Su nuevo discurso conciliador no borra su historia ni las políticas que defendió hasta ayer. Jara tiene garantizado su pase a segunda vuelta por la fragmentación opositora.
No cabe ninguna duda de que esta elección de primera vuelta es muy distinta a las presidenciales de los últimos años. Tiene una gran importancia porque en ella no solo se definirá quién podrá derrotar a la adversaria Jara, sino quién podrá sacar al país adelante al terminar este mal gobierno.
Se definirá quién podrá liderar los profundos cambios que Chile necesita. No es solo la inseguridad y la economía. Hay mucho más.
El caso que ha salido a la luz de la destituida jueza de la Corte Suprema Ángela Vivanco y su pareja es una denuncia más de una justicia penetrada por la corrupción y el tráfico de expedientes e influencias. Casos que, acomodaticiamente, cambian de jurisdicción —como el de ProCultura— son inaceptables, al igual que las demoras en las investigaciones. Esto no puede estar ajeno a quienes asuman la presidencia y el parlamento.
Una democracia se sostiene no solo en las urnas, sino en la confianza en sus instituciones. Y ninguna es más decisiva que la justicia. Cuando la justicia es débil, lenta o permeable a la presión política, el Estado pierde autoridad moral y la ciudadanía se distancia. La corrupción, la impunidad y la desconfianza se vuelven parte del paisaje.
El desafío que enfrenta Chile no se resolverá en cuatro años. Se deben sentar bases sólidas para garantizar un mejor futuro para los chilenos. Esto es mucho más que una emergencia.
El país necesita menos peleas políticas. Requiere de mayores y amplios consensos para resolver los grandes problemas detallados.
La encrucijada opositora está sobre todo entre la candidata de derecha y centroderecha Evelyn Matthei, y el republicano José Antonio Kast y el libertario Johannes Kaiser.
Si se trata de atributos y capacidad de construir un gobierno amplio y de consensos con un equipo de gente experimentada en las distintas áreas, Evelyn Matthei es la candidata con mayores posibilidades de vencer a Jeannette Jara en segunda vuelta, porque combina experiencia, credibilidad y empatía con distintos sectores. Tiene bajo nivel de rechazo, capacidad de diálogo con el centro político y con un amplio espectro de la sociedad. Su trayectoria como ministra, parlamentaria y alcaldesa la presenta como una figura competente y realista, capaz de ofrecer un equipo de gobierno amplio, sólido y experimentado.
A Kast y Kaiser les sería más difícil porque no cuentan con experiencia de gobierno ni equipos de conocida trayectoria gubernamental. Representan posiciones más ideológicas y polarizantes, que alejan al electorado moderado indispensable para ganar una segunda vuelta. Sobre todo Johannes Kaiser, que hasta hace poco perdía con Jeannette Jara.
Este es el gran análisis que exige a las personas esta última semana antes de la elección de primera vuelta, sin duda la más importante desde el retorno a la democracia.
Chile no puede volver a equivocarse con un presidente inexperto. Esta elección definirá si seguimos atrapados en los errores del pasado o si somos capaces de construir un país más libre, seguro y justo para todos. (El Líbero)
Iris Boeninger



