¿Chile libertario?-Vanessa Kaiser

¿Chile libertario?-Vanessa Kaiser

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Ramón Cavieres, director de la consultora Activa Research -encuesta Pulso Ciudadano- en entrevista la semana pasada con Tomás Mosciatti ante la pregunta “¿qué opción triunfa?”, responde: “Hoy día tenemos una relación 65% (en contra) 35% (a favor)”. “Eso es paliza”, responde Mosciatti. El experto afirma, en breve, que nadie se podrá atribuir un triunfo o una derrota política porque la crítica es a la clase política (“casta” en clave libertaria) y al sistema. El experto afirma: “Nos vemos enfrentados a un plebiscito de la ciudadanía contra la élite, política, económica, contra el poder…”. En resumen, estamos ante un escenario complejo, con altos niveles de desconfianza ciudadana y una casta política que habla en otro idioma y vive en un mundo paralelo.

Aunque no sabemos si el 17 de diciembre los resultados del plebiscito serán los vaticinados por Activa Research, sí tenemos claro que, de los tres ejes que atraviesan el mapa político, el eje libertario, ciudadanos contra casta, será fundamental a la hora de explicar parte importante del voto, así como los desafíos futuros y errores pasados. Los otros dos ejes -contenido del texto y cálculos electorales- son irrelevantes para ciudadanos hastiados del asunto constitucional y la inoperancia política. Planteado en otros términos, parte importante de los chilenos no le cree absolutamente nada a la casta, aunque les ofrezcan derechos sociales universales y jurídicamente exigibles. Y esa es una buena noticia para el futuro del país, puesto que los últimos resultados electorales demuestran que la ciudadanía no tiene mentalidad estatista.

Aunque venga de muy cerca, no puedo dejar de decir que la batalla cultural liderada por Axel Kaiser parece estar rindiendo frutos. No en vano su libro, El economista callejero, fue el primero en ventas durante más de un año. Este cambio de eje ideológico ha pasado desapercibido para la casta que sigue creyendo en el clientelismo y los ofertones políticos propios del sustrato ideológico de las izquierdas como única fórmula para ganar elecciones. En paralelo los votantes se sienten cada vez más lejanos del relato socialdemócrata igualitarista, asistencialista y clientelar que ostenta un lugar monopólico y hegemónico entre los miembros de la casta que no sabe, porque no lo ha vivido, cuál es el nivel de fracaso del Estado chileno. Muy distinto es lo que le sucede al ciudadano de a pie que financia un aparato estatal gigantesco, ineficiente y capturado por operadores políticos. ¿Se entiende por qué tanta decepción?

Profundicemos en los últimos eventos políticos y la experiencia ciudadana, puesto que lo considero necesario para comprender los niveles de desconfianza y desafección de los que nos hablan los expertos.

En las elecciones presidenciales la mayoría le creyó al Frente Amplio que ellos, los jóvenes inmaculados, llegaban a la política a hacer las cosas de manera diferente. No pasó mucho tiempo y nos enfrentamos a la cruda realidad cuando el gobierno recién electo le dio un espaldarazo a quienes destruyeron Chile el 18-O, indultando y retirando las querellas interpuestas por el gobierno anterior. Aún no terminaban de resonar los ecos de pensiones de gracia de por vida a los violentistas cuando explotó el Caso Fundaciones. Con tanto tejado de vidrio, el escándalo del mamarracho y sus próceres disfrazados, las autodonaciones, un trabajo legislativo de parte de la izquierda que impide el avance de la persecución del crimen, el narcoterrorismo y la inmigración ilegal, no es extraño que la ciudadanía le diera la espalda a los “puros” e “inmaculados soñadores”, nietos ideológicos del mito de Allende.

Entonces vino el turno de la centroderecha. El gran error de su dirigencia fue haber reducido a cero el triunfo de 4 de septiembre y aparecer a los pocos días sentada en la misma mesa de negociaciones para un nuevo proceso con personajes que tenían altos niveles de rechazo como Guillermo Teillier.

Sabemos, no sólo por la segunda papeleta del plebiscito de entrada que el clivaje libertario-ciudadanía versus casta- es muy profundo. Pero ¡qué duda cabe! Haber reiniciado las tratativas para otro proceso sin plebiscito de entrada es un aliciente a su profundización. Los resultados no se hicieron esperar y el Partido Republicano capitalizó la desafección de ciudadanos que votaron en masa por quienes estaban en contra del proceso. Y entonces vino la tercera gran decepción. Sucedió muy poco después del triunfo de los consejeros republicanos que representaban el repudio al modo en que se había realizado todo el proceso desde el 15 de noviembre con el Acuerdo por la Paz, hasta su reseteo que nos tiene inmersos en este segundo proceso. Para muchos es imposible entender qué llevo al PR a pensar que podría persuadir a sus votantes de que no los habían elegido por estar en contra de la cocina política, sino para que redactaran una nueva Constitución. Lo cierto es que en el marco del clivaje libertario la incorporación del único partido que quedaba fuera del sistema significó la extinción de la esperanza de una ciudadanía que ya había rechazado dos veces el proceso constitucional.

Así las cosas, en lo único que los chilenos están de acuerdo es en que quieren alguien que no pertenezca a la casta política, ponga orden cueste lo que cueste y termine con los privilegios de la casta. Este deseo- similar al que llevó al triunfo de Javier Milei- también es libertario y es el opuesto del modelo que la derecha nos ofrece en su texto constitucional.

De hecho, como lo reconoció Bertie Venegas Lynch, diputado de la Nación por el partido de Milei la semana pasada en un conversatorio, para un libertario es imposible apoyar derechos sociales progresivos. ¿Por qué? Porque en ese marco institucional un gobierno libertario simplemente no podría implementar su programa de recortes, ajustes y clausura de todo tipo de ministerios. Finalmente, pareciera que la fórmula del próximo éxito electoral será similar a la argentina. En términos de uno de los exponentes más importantes de la filosofía libertaria, Murray Rothbard, el quiebre de la hegemonía del modelo y las ideas socialdemócratas requiere de “un líder carismático que tenga la capacidad de cortocircuitar a las élites mediáticas y de llegar a las masas y despertarlas directamente”. El filósofo recomienda “una estrategia de audacia y confrontación, de dinamismo y excitación, una estrategia, en resumen, de despertar a las masas de su letargo y exponer a las élites arrogantes que las gobiernan, las controlan, las gravan y las estafan”.

Veremos si nuestro país cambia de eje y vuelven la libertad, el imperio de la ley, el principio de representatividad, el desarrollo económico y la disminución del tamaño del Estado a ser los ejes del discurso político de la derecha. (El Líbero)

Vanessa Kaiser