Las políticas proteccionistas propuestas por Trump podrían desencadenar no solo un incremento inflacionario en Estados Unidos —complicando la labor estabilizadora de la Fed—, sino también una desaceleración del crecimiento global, según recientes proyecciones del FMI. La experiencia demuestra que el aumento de aranceles tiende a fortalecer el dólar, mientras que un programa de deportación masiva representaría un severo shock negativo para la oferta laboral, en circunstancias de que no se ven holguras significativas de capacidad en EE.UU.
Los enfoques macroeconómicos de ambos candidatos difieren sustancialmente. Según el Comité para un Presupuesto Fiscal Responsable (www.crfb.org), organización no partidista, la evolución de la deuda pública durante la próxima década prácticamente se duplicaría bajo el programa de Trump en comparación con el de Harris. En un escenario de alto endeudamiento, la deuda aumentaría en 15 trillones (millones de millones) de dólares, aproximadamente un 50% del PIB estadounidense actual. Tal trayectoria fiscal elevaría inevitablemente el costo del financiamiento global, perpetuando el ciclo de fortalecimiento del dólar. Este panorama resultaría desfavorable para las economías emergentes, los precios de las materias primas y los flujos de capital hacia mercados como el chileno.
En cuanto al mediano plazo, puede haber divergencias en el impulso hacia las energías renovables. Mientras la administración Biden ha promovido activamente esta transición, Trump ha mantenido una postura más escéptica. No obstante, la diferencia práctica entre las posturas de Harris y Trump no es del todo evidente. La estrecha relación de Trump con Musk sugiere cierta apertura hacia la electromovilidad. Además, el impacto concreto de las inversiones en transición energética ha trascendido las afiliaciones políticas de las comunidades beneficiarias. La agenda global de transición verde, tanto en el mundo desarrollado como en China, en la práctica incorpora elementos significativos de proteccionismo industrial y energético.
La prosperidad económica de nuestra economía se fundamenta en sus ventajas comparativas y su integración global. Si bien la disolución de la Unión Soviética en 1991 y la incorporación de China a la OMC en 2001 presagiaban un futuro de crecimiento, comercio y paz global, hoy la globalización enfrenta desafíos debido a la fragmentación geopolítica. Una ruptura mayor entre las principales zonas económicas resultaría particularmente perjudicial para el futuro económico de Chile. Las tensiones actuales en Europa, Asia y Oriente Medio reflejan un resurgimiento de ambiciones nacionalistas que cuestionan el orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial. No está claro que el riesgo de una ruptura significativa sea mayor con Trump que con Harris, dependiendo más bien de la capacidad e intencionalidad de China y Rusia para alterar el statu quo global. La limitada influencia estadounidense en el conflicto de Oriente Medio ejemplifica las restricciones del poder norteamericano en asuntos globales.
¿Cómo debe posicionarse Chile ante el escenario electoral estadounidense? Probablemente, lo más favorable sería que el equilibrio de poderes entre Senado, Cámara y Presidencia impida el control absoluto por parte de un solo partido y fomente los acuerdos. Los desafíos en Chile para dinamizar las inversiones, potenciar y diversificar nuestras ventajas comparativas y profundizar la integración financiera en el sistema monetario global basado en reglas seguirán siendo prioritarios, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca. (El Mercurio)