¿Chile cambió?

¿Chile cambió?

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Entre las tantas frases escuchadas el último tiempo está la de que “Chile cambió; ya nunca más será como antes”. Interesante apreciación. ¿Será una afirmación, un juicio sobre lo que ocurrió, un pronóstico? Puede ser cualquiera de esos y tener varios significados más. Parece decir mucho, pero tal vez dice muy poco.

Uno de los significados de esa frase puede ser la interpretación que desde lo de octubre ya no serán admisibles o posibles a futuro en Chile los abusos, desigualdades e injusticias que han existido hasta ahora. ¿Irá a ser tan así, me pregunto? ¿Por qué motivo? ¿No se estará suponiendo que para que haya los cambios buscados, basta la violencia, la fuerza y la rabia expresada por muchos en las calles este tiempo? ¿Será eso suficiente? ¿Se habrán planteado estas preguntas los instigadores y ayudistas del movimiento de octubre? Mi propia apreciación es que esa interpretación puede ser algo ingenua. Puede ser más la expresión de un deseo (lo que los gringos llaman “wishful thinking”) antes que una apreciación fundamentada y probable.

¿Significan estas consideraciones que se nos viene encima un futuro desastroso? No creo eso tampoco. Estimo que es muy temprano para vaticinar nada, como le dijera Chou en Lai a Kissinger: de que para ellos no había pasado suficiente tiempo como para evaluar los efectos de la Revolución Francesa. Sí, el 2019 probablemente será un punto de inflexión en la historia de Chile, pero hacia qué… es prematuro vaticinar. Además –y más importante– es que el abanico de posibilidades hacia las cuales puede enrumbar nuestro país a partir de octubre del 19 es mucho más amplio de lo que siquiera somos capaces de imaginar. Así como no imaginamos lo que podía iniciarse ese mes a partir de un alza modesta del precio del Metro, ¿por qué vamos a anticipar mejor ahora el curso que tomará el desarrollo de Chile?  Ese abanico va desde cambios significativos hacia mayor democratización política, en el modelo económico, en la cultura, etc. hasta una regresión a un sistema político autoritario, ya sea de corte populista, socialista o más capitalista, con o sin abierto apoyo militar. Personalmente prefiero lejos lo primero, pero no veo ni la marea ni los vientos soplando claramente en esa dirección.

Tomar conciencia de lo anterior puede ser el primer paso para encontrar un camino que permita cambios sostenibles en el tiempo. Estos cambios son los que surgen del fondo de cada persona; voluntariamente, los provenientes de sí mismos, y no de la imposición a la fuerza por otro, ni del miedo al otro. Hasta ahora no veo suficiente cambio de este tipo.

No noto que las personas hayan cambiado tanto desde el 18-O. Y esto es lo que al final importa. No veo a personas con altos patrimonios, decir, por ejemplo: “Sí, de ahora en adelante me dispongo a pagar más impuestos”. No he escuchado a nuestros gobernantes, ni en el Parlamento ni en el Ejecutivo, gobierno y oposición, decir: “No podemos seguir en estas disputas políticas permanentes; vamos a buscar puntos medios y acuerdos, para sacar adelante decisiones como la reforma de pensiones, aunque no comprendan el 100% de mis preferencias”. No veo tampoco a dirigentes estudiantiles decir: “Tal vez insistir en el 100% de gratuidad de la universidad es excesivo, y debemos dejar fondos para mejorar las pensiones de los abuelos”. Al final, los cambios que observamos hasta ahora son, paradojalmente, los impulsados por el odiado presidente Piñera: el alza de las pensiones solidarias mínimas y del ingreso mínimo.

Considero que la famosa decisión de redactar una nueva constitución no es tan crucial como la presentan los políticos. Es lo que ellos consideran indispensable porque les da un rol protagónico y es lo que tienen a la mano y conocen. También la mayoría de la población se ilusiona con esa receta fácil. Podría equivocarme, pero creo que se invertiría mejor el tiempo de diputados y senadores encerrándose en el Parlamento hasta sacar adelante buenas leyes entre las que vegetan postergadas por falta de flexibilidad y dedicación de los parlamentarios. Además, alimentan la ilusión de muchos de que sólo con la nueva constitución se va a mejorar la distribución de los ingresos y los otros problemas que agobian a millones de chilenos, como son el mal transporte y salud públicos, bajas pensiones, la falta de áreas verdes en las poblaciones y varios otros.

Para permitir que las personas cambiemos, estimo que es necesaria la reflexión, y ello requiere una pausa que aquiete nuestro ánimo y nuestra mente. Así operamos los seres humanos. En este sentido, entre las declaraciones más valiosas que he visto de la sociedad civil chilena en relación con los tiempos sociales y políticos que vivimos, está la suscrita por organizaciones gremiales de tamaño mediano vinculadas al comercio, transporte, industria, agricultura y servicios, encabezadas por la Cámara de Comercio de Santiago. La llamaron, justamente, “Una pausa por el trabajo”. Allí, entre otras cosas señalan: “Hacemos un llamado a una pausa que nos permita un tiempo de conversación y acercamiento entre personas que pensamos en forma diferente, porque tenemos la convicción que, por distintos que sean nuestros puntos de vista, todos perseguimos convivir mejor en el país que amamos”. Invito a no solo leer, sino poner en práctica lo planteado en esa declaración que se puede encontrar en la página web de la Cámara. Tal vez caminos como ese nos permitan hacer los cambios profundos que necesita el país que son los de las mentes y corazones de nosotros como personas. (El Líbero)

Ernesto Tironi

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