Una de las novedades que presenta el actual cuadro político es la virtual desaparición del denominado “centro político”. Y esto, tanto en los sectores pro gobierno como en los de la oposición.
La derrota de Carolina Tohá a manos de la candidata comunista Jeannette Jara lo demostró en el campo del oficialismo gobiernista. En la oposición, Evelyn Matthei, mucho tiempo puntera en las encuestas, ha retrocedido en forma muy notoria de cara a José Antonio Kast y aún a Johannes Kaiser, aunque a este lo adelanta todavía en los pronósticos.
¿Qué ha sucedido? Sucede que ambos grupos de centro se declaran herederos de la bonanza que acompañó la marcha del país durante los treinta años siguientes al término del gobierno militar, y quieren repetirla y continuarla. A ese gobierno, sin embargo, ambos grupos manifiestan repudiarlo, a pesar de que la bonanza de la que se sienten orgullosos es precisamente aquella que provino de las políticas inauguradas y seguidas por el gobierno militar, tanto en materia económica como en salud, educación, seguridad pública, etc.
Con lo cual, caen en una contradicción: no tiene lógica apoyar unas políticas y, a la vez, repudiar al gobierno del cual ellas provinieron. Sin embargo, ese es el eje de sus programas, en virtud de los cuales tales grupos son llamados “de centro”. En definitiva, las críticas que se dirigían al gobierno militar -sobre todo a su origen- rápidamente englobaron a sus políticas provocando el debilitamiento en su aplicación, con lo cual se abrió la puerta para que comenzáramos un retorno al caos marxista de 1973. Ese ha sido la causa del éxito del grupo denominado Frente Amplio, que incluso conquistó el gobierno y cuyo objetivo no ha sido otro que el de retornar al momento anterior a aquel en el que la Junta Militar asumió el gobierno del país.
De cara al descalabro que esta estrategia ha traído al país, la ciudadanía exige definiciones, haciendo imposible la existencia de un centro político cuyo signo ha sido el de la contradicción. Por eso, ese centro, de un lado o del otro, o reconoce su deuda con el gobierno militar al predicar como propias las políticas que fueron las de él o se declara enteramente contrario y rechaza asimismo sus políticas. Es lo que ha hecho Carolina Tohá al alinearse, aunque a regañadientes, detrás de la candidata comunista.
El caso de Evelyn Matthei es más complejo. Los principales partidos políticos que la apoyan, RN y UDI, comenzaron su vida muy cercanos al régimen militar. Después, vacilaron y adoptaron respecto de él, la posición de la denominada centro izquierda. En estos partidos, la contradicción es, por lo tanto, aún mayor.
Evelyn Matthei puede, con todo, alinearse con la verdad de nuestra historia política de las últimas décadas y defender, por lo tanto, la legitimidad del pronunciamiento de 1973 y proyectar la política del gobierno militar, reconociendo su origen. Lo cual, por supuesto, no supone para nada validar todas las acciones de ese gobierno. Sí supone sostener, sobre todo, que el pronunciamiento militar significó un punto de inflexión en nuestra historia y una demostración de que con la política no se juega. En definitiva, en Chile no se puede permanecer indiferente frente a lo que significó el 11 de septiembre de 1973. Si, de hecho, somos indiferentes o lo condenamos, de inmediato estaríamos validando la acción marxista que, dirigida por Salvador Allende, entonces destruía a Chile. Es el peligro al cual se enfrenta Chile, frente al cual una candidata como Matthei no puede callar.
Sin embargo, calla. Las consecuencias quedan cada día más a la vista. Al frente, en cambio, candidatos como Kast y Kaiser no han renunciado a nuestra historia, defienden el legado del gobierno militar y no se avergüenzan en reconocer lo mucho que le debe el país, sin perjuicio de reconocer también los abusos y errores que acompañaron su gestión. Es así como ellos recogen los votos que pierde Matthei. (El Líbero)
Gonzalo Ibáñez



