Me permito escribirles porque pienso que estamos viviendo como país un momento decisivo. Muchos de nosotros pensamos que Chile necesita una nueva constitución y votamos en consecuencia. Pero resulta que, lamentablemente, el texto que está siendo aprobado por la Convención Constituyente, en vez de ser el resultado de una negociación y de un acuerdo entre las diferentes sensibilidades que se expresan en nuestro país es un texto partisano, excluyente, que da cuenta de una sola visión de las sociedad chilena y de su devenir.
En vez de redactar una constitución que sea la Casa Común, se está redactando un texto que, de ser aprobado tal como está, hará de este país la casa de un sector, el que piensa que Chile es un territorio en el que conviven muchas naciones y que es necesario entonces fundar un Estado Plurinacional, desconociendo y negando por completo que el mestizaje es la base étnica y cultural de la nación chilena.
Ese Estado Plurinacional que la Convención instaurará en la nueva constitución (más parecido a Bolivia, Guatemala, México o la India que a Chile, pero poco importa porque pareciera que para la mayoría de los constituyentes lo que cuenta son los espejismos ideológicos y no la realidad histórica) estará dotado de 4 niveles de autonomía (incluidas la jurídica y la presupuestaria): habrán regiones autónomas, comunas autónomas, territorios indígenas autónomos y territorios especiales (vaya a saber lo que significa esto) autónomos.
Tendremos así 16 asambleas regionales (17, pues pretenden hacer de Chiloé otra región), con sus parlamentarios, secretarios, sueldos, viáticos, etc, etc. Y otro tanto en las comunas que se declaren autónomas de las regiones y en los territorios indígenas y los especiales. Esto no solo significa aumentar la burocracia a unos niveles jamás imaginados (y financiarla con el erario público), sino además abrir la puerta a la componendas con grupos de interés y hasta grupos delictuales diversos.
Si con el actual sistema, tardamos más de 5 años en que el alcalde de San Ramón fuese apartado de su cargo por coludirse con el narco, mañana en una (o varias) comunas autónomas perfectamente podría gobernar el narco mediante la corrupción de políticos y hasta policías comunales.
Esto no es catastrofismo ni política ficción: ha ocurrido y ocurre en México, Colombia y otros países… Y en Chile el narco ya está fuertemente implantado.
En otro orden de cosas, la cámara de diputados pasará a ser una asamblea de los pueblos, con escaños reservados para comunidades indígenas (incluidos los afrodescendientes), minorías o disidencias sexuales, rompiendo así la regla democrática un hombre/un voto, los jueces impartirán justicia en nombre de los pueblos (con lo cual podrán ser recusados por dichos pueblos cuando estos estimen que no los representan bien) y no habrá un poder judicial, sino un sistema de justicia, que integrará a las justicias indígenas con el mismo estatuto que la justicia chilena (para que quede más claro, desaparece la Corte Suprema)…
Estas y muchas otras insensateces en todos los ámbitos imaginables nos transformarán en la primera República Kafkiana del mundo, regida por una constitución hecha por un grupo de iluminados que redactó un texto para un país que nunca existió, pero que ellos imaginaron como un Paraíso terrenal (de esos que lamentablemente nuestra América Latina está llena, con la miseria, el autoritarismo, las oligarquías familiares y partidarias que todos conocemos).
Por estas razones me he sumado a Amarillos por Chile, un movimiento ciudadano integrado por personas progresistas que queremos una nueva constitución y cambios en el país, pero una constitución que permita un país de todos, con instituciones modernas y garantías democráticas, con una verdadera regionalización que está muy lejos de la desmembración del país en centenares de comunidades ingobernables, la constitución en que todos convergemos, la que nos merecemos para seguir transitando hacia la modernidad y el desarrollo por los que tanto hemos luchado.
Si piensas como yo, te invito a sumarte a Amarillos por Chile, para que la sensatez y la razón se hagan sentir con fuerza en esta hora crucial. Amarillos por Chile es un movimiento ciudadano, sumarse no significa militar, ni comprometerse a hacer cosas que nos quitarán tiempo y energía, sumarse es manifestarse como ciudadano por un Chile mejor, posible, deseable. (Red NP)
Mauricio Electorat
Escritor, profesor de Literatura



