Este primer semestre podemos constatar la reducción de los homicidios consumados a nivel nacional —por tercer año consecutivo—, señal de que el trabajo coordinado tiene resultados. Pero detrás de esta cifra global hay un dato que debe movilizarnos con urgencia renovada: las víctimas de entre 0 y 18 años disminuyeron un 40,5%, pasando de 37 a 22. Cada uno de estos niños, niñas y adolescentes salvados representa un futuro recuperado, una familia que no quedó destrozada, una comunidad que preservó su esperanza.
Y esta disminución no es fruto del azar. En primer lugar es el resultado concreto de contar, por primera vez en nuestra historia institucional, con una cifra única de homicidios validada interinstitucionalmente. El trabajo conjunto del Ministerio Público, Carabineros, PDI, Gendarmería, Servicio Médico Legal y otras instituciones del Observatorio de Homicidios que gestiona la Subsecretaría de Prevención del Delito, ha permitido pasar de la dispersión de datos a la precisión quirúrgica en el diagnóstico.
Por otra parte, ante el preocupante aumento de muertes de niños, niñas y adolescentes en 2024, el Presidente encargó a la Subsecretaría de la Niñez implementar una mesa de articulación intersectorial de prevención de violencia letal.
¿Por qué importa tanto esta cifra única? Porque no se puede combatir lo que no se mide correctamente. Durante décadas, diferentes instituciones manejaron números distintos, diluyendo la capacidad de respuesta del Estado. Hoy, con datos consolidados y validados, podemos identificar con exactitud dónde, cuándo y cómo ocurren los homicidios. Sabemos que el 50% de niños y niñas que fueron víctimas murieron en contextos de violencia interpersonal. Sabemos que las armas de fuego siguen siendo el principal mecanismo. Sabemos que la vía pública concentra la mitad de estos crímenes.
Este conocimiento preciso nos permite desplegar recursos donde más se necesitan, anticipar patrones de violencia y, sobre todo, salvar vidas antes de que se conviertan en estadísticas. La evidencia es nuestra mejor arma contra el crimen.
Pero no podemos conformarnos. Veintidós niños asesinados en seis meses siguen siendo veintidós tragedias inaceptables. El descenso es alentador, pero cada vida perdida, y especialmente la infantil, es un fracaso colectivo que nos interpela. La protección de nuestra infancia y adolescencia no puede ser negociable ni estar sujeta a vaivenes políticos.
El camino está trazado y en esto el nuevo Ministerio de Seguridad Pública juega un papel clave en consolidar el sistema de información único, profundizar la coordinación interinstitucional y mantener el foco en los más vulnerables. Los datos nos muestran que cuando el Estado actúa con información precisa y coordinación efectiva, se avanza.
No son solo números. Son hijos, hermanos, amigos, son barrios. Son futuros truncados que podemos y debemos evitar. La evidencia nos muestra el camino, que no es fácil, pero hay esperanza.
Carolina Leitao
Subsecretaria de Prevención del Delito



