Nos gusta decir que vivimos en un país donde la ciudadanía está empoderada, donde los estándares éticos han aumentado, donde los privilegios que tienen algunos son inaceptables. Que aquellos que han actuado mal deben pagar, independiente de su condición social o política. Que la cosa es caiga quien caiga. Y en ese camino hemos sido duros, muy duros, llevando a todos los sospechosos a la guillotina de la plaza pública, provocando sanciones lapidarias antes que la justicia pruebe nada.
Quienes han discrepado de aquello, llamando a la prudencia, también han sido condenados por la gente, acusándolos de ser cómplices. Bueno, esta misma semana, la misma gente se dio una voltereta de carnero en el caso de Arturo Vidal, llegando al extremo de convertirlo en víctima. Al final, con este caso ha quedado al desnudo el doble estándar en que nos movemos, donde más que por principios, somos hinchas, donde lo único que importa es ganar, donde el fin justifica los medios.
Y en este tránsito damos vuelta los mismos argumentos que se usan para “linchar” a otros. Ahora, se dice, no hay que juzgar a priori a la gente. Condenar a Vidal en la plaza pública es inaceptable. Perdonarlo es lo que corresponde, y para ello se usan teorías que caen en la locura. Que ha tenido una vida difícil, como si muchos otros no la hubieran tenido. Como si Alexis Sánchez viniera de una condición de privilegio y por eso no hace las cosas que hace Vidal. Por favor, no insultemos a la gente de esfuerzo con la excusa de salvar a alguien.
Lo cierto es que el privilegiado en todo esto es Vidal. No sólo lo apoyó la hinchada, también todos quienes están involucrados: el entrenador, sus compañeros, la ANFP, e incluso los carabineros, que si bien tuvieron un comportamiento impecable al detenerlo, al final lo perdonaron, al desistirse de querellarse en su contra producto de los insultos, e incluso golpes que el jugador propinó a quien lo esposó, como consta en el parte policial. Cualquiera estaría ya formalizado por aquello.
Para ser justos con Vidal, él no es el único privilegiado que existe. Hay parlamentarios que están siendo investigados y sobre los cuales sus “clubes” no han impuesto sanción alguna y siguen jugando como si nada pasara. Pero que Vidal sea uno más, sólo hace más grave la situación. Vivimos en un país donde el doble estándar está a la vista de todos. Pero entonces no nos quejemos de ello, ni de los privilegios que tienen algunos.
Porque digamos las cosas como son: Vidal se salvó porque es bueno para la pelota. Lo reconoció el mismo Sampaoli, al señalar que era importante para la selección. Una confesión feroz, pero al menos sincera. Una que dice que si se tratara de un jugador menor, le habrían caído las penas de infierno y todos las habrían apoyado. Pero, si es así, ¿con qué cara podemos condenar tan fácilmente a aquellos que también tienen privilegios por ser poderosos y por ser ricos? Con la misma vara, bastaría que alguien sea un buen político o un buen empresario para ser perdonado, independiente de lo que haga. Esto no le hace bien a nadie, menos a Vidal, quien ahora tiene claro que haga lo que haga, siempre será un privilegiado.