La correcta actitud que ha tenido el Presidente Gabriel Boric ante la crisis política por la que atraviesa Venezuela desnuda una externalidad negativa que será un problema insalvable para su gobierno. Ya que una buena parte de su coalición no comparte la crítica que ha hecho Boric al gobierno de Maduro por no transparentar las actas de los resultados de la elección, el Presidente ha quedado en una posición de debilidad política. Porque Boric no es capaz de ordenar a su coalición, el gobierno termina siendo un bote donde cada tripulante rema en la dirección que quiere. Mientras el Mandatario demanda transparencia en el proceso electoral de Venezuela, varios de sus aliados demuestran su falta de vocación democrática. Al constatar esta contradicción, la opinión pública chilena confirma que, en este barco, Boric puede ser el capitán, pero la tripulación se manda sola.
Todas las naciones de América Latina que han recibido inmigrantes venezolanos se ven directamente afectados por el poco creíble anuncio oficial de que Nicolás Maduro ganó las elecciones del domingo 28 de julio. Como la autoridad electoral se niega a entregar las actas que permitan a observadores independientes y a la propia oposición verificar por sí mismos los resultados, se multiplican las dudas sobre lo quién ganó esa elección.
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Si el oficialismo venezolano estuviera tan seguro de su victoria, hace rato habría hecho públicas las actas. Como no lo han hecho, la oposición ha aprovechado de atribuirse la victoria. Los países democráticos serios del mundo se encuentran ante una situación difícil. Si bien nadie puede responsablemente aceptar la versión oficial de la autoridad electoral de Venezuela, tampoco resulta conveniente dar por ganador a Edmundo González, el candidato de la oposición. Maduro, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, todavía ostenta el poder y está decidido a no dejar la presidencia independientemente de cómo hayan votado los ciudadanos de su país. Por eso, reconocer a González como Presidente equivale cometer el mismo osado error que cometieron el gobierno de Sebastián Piñera y otros países en enero de 2019 cuando reconocieron a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela cuando era evidente que el poder lo ostentaba Nicolás Maduro. Eventualmente, la estrategia de reconocer a Guaidó como presidente terminó siendo un saludo a la bandera y, poco a poco, todos los países debieron aceptar que Maduro seguía siendo el Presidente de ese país.
Dados esos antecedentes, el gobierno de Boric no puede hacer mucho más que demandar que se publiquen las actas de votación de todas las mesas. Reconocer la victoria de la oposición es correr un riesgo muy alto y, además, es presumir conocer el resultado de la voluntad popular sin que se haga un correcto recuento de los votos.
Además, como en Chile hay cientos de miles de venezolanos, resulta clave mantener los canales de comunicación abiertos con cualquiera sea el gobierno en ese país. Aunque muchos insensatos llaman a cortar relaciones diplomáticas con Venezuela, por más complicada que sea la situación, nunca es bueno cortar relaciones diplomáticas con países con los que hay temas bilaterales importantes, independientemente de si ese país tiene un gobierno democráticamente electo o una dictadura.
El hecho que el gobierno sólo pueda hacer declaraciones demandando transparencia no significa que los partidos que componen la coalición oficialista no puedan hacer nada. De hecho, mientras el Partido Comunista felicitó a Venezuela por el proceso electoral del domingo, otros líderes de partidos de la coalición se han sumado a Boric cuestionando la legitimidad de los resultados oficiales. Muchos políticos han planteado sus propias visiones sobre lo que debiese pasar para que se supere la situación. La multiplicidad de voces y propuestas refleja lo complejo y multidimensional de un problema que va desde la defensa de la democracia hasta la importancia de evitar que haya un nuevo flujo migratorio masivo de venezolanos hacia Chile. Pero el desorden que se advierte en el oficialismo sólo genera más confusión y dudas.
Es evidente que este gobierno es un barco con un capitán que, aunque dice estar a cargo del timón, ni siquiera es capaz de ejercer el mando sobre la tripulación. Cada quién dice lo que quiere y resalta lo que le parece importante. La voz del Presidente Boric termina siendo una voz más en un griterío de declaraciones que compiten por ser más radicales. Aunque muchas de estas voces concuerden en que lo que ocurre en Venezuela es inaceptable, es evidente que no hay una hoja de ruta clara y un plan acabado y factible que permita a Chile defender los valores de la democracia y minimizar el riesgo que implica que Venezuela descienda a un caos político que genere una nueva masiva emigración.
Lamentablemente, aunque ha dicho cosas sensatas y ha demostrado un loable compromiso con la democracia como único método legítimo para escoger a los gobernantes, el Presidente Boric no ha podido demostrar que es también el líder de una coalición de gobierno unificada y disciplinada. (El Líbero)
Patricio Navia