Bordes de un callejón sin salida-Paz Charpentier

Bordes de un callejón sin salida-Paz Charpentier

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A un mes del contundente rechazo a la propuesta de texto elaborada por la Convención, varias han sido las reuniones entre el oficialismo y algunas de las fuerzas del Rechazo para dar forma a un proceso que permita resolver la discordia política -no jurídica- que existe en nuestro país sobre la materia. Las conversaciones han girado sobre los bordes. Estos se han esgrimido como garantías de certidumbre y éxito para el caso de abrirse un nuevo proceso, cuestión que me parece un error ya que -en la práctica- no se puede garantizar el cumplimiento de los mismos.

En este contexto vale la pena recordar que el proceso constitucional que terminó el 4 de septiembre también tenía bordes. De hecho, la Convención debía redactar un texto que respetara “el carácter de República del Estado de Chile, su régimen democrático, las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”. Sin embargo, numerosas disposiciones de la propuesta superaron esos límites y no sólo eso, sino que terminamos votando un texto que derechamente no cumplía con dichos estándares. Lamentablemente la realidad superó al voluntarismo como en tantas otras oportunidades. Los bordes fueron irrelevantes porque no existió forma de exigir en la práctica su cumplimiento, razón por la cual llama poderosamente la atención que -existiendo consenso sobre evitar cometer los mismos errores del pasado- se persevere en lo mismo como garantía de certidumbre y éxito.

Es cierto que la única vía que existió para reclamar durante el fracasado proceso estuvo establecida para cuestiones de procedimiento ante la Corte Suprema y no de bordes. Sin embargo, haber establecido un procedimiento y un órgano para exigir el cumplimento de los bordes tampoco los habría garantizado. En otras palabras, supongamos que las reglas relativas al nuevo proceso no sólo contemplaran bordes, sino que también un procedimiento y un órgano frente al cual exigir y garantizar su cumplimiento, como, por ejemplo, ante la Corte Suprema: ¿qué parámetros, reglas o principios debería la Corte Suprema aplicar para estimar si se cumple o no con los bordes? ¿la constitución vigente? La respuesta es evidente. Y más allá, ¿cree Ud. que un órgano sometido a revisión como la Corte Suprema, al igual que todos los demás órganos del estado durante un nuevo proceso constitucional, será capaz de resolver realmente libre y autónomamente? Difícil: esto es un callejón sin salida que nos demuestra que los bordes son simbólicos, ya que su cumplimiento siempre estará supeditado única y exclusivamente a la suerte y voluntad de quienes sean las mayorías electas, tal como sucedió en la fracasada Convención.

Así, es importante recordar -a modo de ejemplo- que la derecha nunca logró los votos para ejercitar su derecho a pataleo en temas de procedimiento y que -en consecuencia- el incumplimiento de las reglas de procedimiento se transformó en la tónica del proceso que fracasó, ya que frecuentemente no se cumplían o sólo se cumplían en la medida que fueran convenientes para la mayoría de la Convención. En efecto, si se tiene fe tanto a los bordes como a los eventuales mecanismos que tengan por objetivo garantizar su cumplimiento, sugeriría no olvidar las reglas de la lógica y las máximas de la experiencia que tanto nos ha costado aprender en el último tiempo: la realidad siempre se impone al voluntarismo, las palabras no son capaces de crear realidades y las instituciones las integran personas, con las mismas debilidades y defectos que cada uno de nosotros.

En consecuencia, es importante sincerar que un eventual acuerdo sobre bordes no es capaz de garantizar su cumplimiento ni de evitar o atenuar los efectos que produce la incertidumbre asociada a todo proceso constituyente. Por esta razón -entre otras- es que el Congreso debería replantearse el consenso inexplicable al que aparentemente ha llegado sobre abdicar de la función jurídica y política que le corresponde, como lo es resolver por sí mismo la discordia constitucional en el contexto de un Chile que ya no aguanta más errores ni caprichos. (El Líbero)

Paz Charpentier