“Apruebo” y “Rechazo”

“Apruebo” y “Rechazo”

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Lo que el país decida en el plebiscito del 25 de octubre tendrá enorme importancia para crear una mejor (o peor) convivencia entre nosotros. Ante este desafío es necesario partir por procurar definir con objetividad —lo que nunca es fácil— el significado de ambas opciones y, luego, complementar esa apreciación con la vida práctica.

“Apruebo” y “Rechazo” son opciones igualmente legítimas, pero radicalmente distintas. Si triunfa el “Rechazo” significará que continuará rigiendo la Constitución del 80 y, en cuanto a su reforma, lo que establece su Capítulo XV, cuyo texto consagra que una minoría de un tercio puede imponer la continuidad de las disposiciones esenciales de ella. El “Apruebo”, en cambio, establece que ninguna mayoría relativa puede predominar sobre otra. Ni la izquierda, ni el centro, ni la derecha, por sí solas, pueden imponer su particular visión sobre el sistema político, pues las disposiciones que se incorporen al proyecto de nueva Constitución —¡todas!— deberán ser acordadas por las dos terceras partes de los miembros del órgano constituyente, para luego ser sometidas a una aprobación plebiscitaria.

El triunfo del “Rechazo” le entrega a la minoría de un tercio el derecho a decidir si se cambia o no, y cuáles disposiciones de la actual Constitución. El “Apruebo”, en cambio, obliga a que la nueva Constitución incluya solo aquellos derechos e instituciones que cuenten con el respaldo de los dos tercios. Claramente la diferencia entre el vinagre y el aceite.

Ahora, si sobre la anterior, que es “la aritmética de la reforma”, superponemos la historia electoral del país en los últimos 30 años y el sentido de las fuerzas políticas que la componen, el “Rechazo” es el reclamo de la derecha —que nunca en ese período ha tenido menos del 40 por ciento de los votos— a tener la llave de los cambios constitucionales. El “Apruebo”, en cambio, es la obligación compulsiva de construir consensos mayoritarios para cada una de las disposiciones de la nueva Carta. No es una “hoja en blanco”, como estúpidamente ha terminado aceptando ser caracterizado el “Apruebo”, sino que en “las hojas” solo habrá disposiciones que cuenten con los dos tercios de respaldo.

En algún momento de noviembre y diciembre pasados, este dilema “Apruebo” versus “Rechazo” pareció que podía ser superado, al menos en parte, dado que importantes sectores de derecha (Evópoli; una fracción significativa de RN) se mostraban dispuestos a concurrir al “Apruebo”, lo que era una colaboración a la “des-polarización” del país, a crear puentes, buscar acuerdos y espacios de diálogo. Hoy esos tiempos parecen idos y el país se encamina a una confrontación binaria: Sí o No; Rechazo o Apruebo. Un retroceso.

El resultado de esta confrontación se puede estimar. El “Apruebo” no va a contar, como dicen algunas encuestas, con un 70 o más por ciento; pero va a ser mayoritario. La derecha no va a caer bajo del 40 por ciento; pero va a ser derrotada. El clima va a ser de creciente polarización; los moderados de la derecha estarán siendo aplastados; el actual ministerio, al ser reconocido como el “gabinete del rechazo”, tendrá fijada la fecha de su gran derrota; los sectores más radicalizados de la oposición intentarán hacer de este no un debate sobre la Constitución, sino un plebiscito “Piñera Sí o Piñera No”, lo que puede ser abusivo, pero electoralmente no irracional frente a un Presidente desgastado y con un apoyo de no más de 20 por ciento. (El Mercurio)

Genaro Arriagada

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