Todo en completo orden (algo inusual en el Gobierno, tal como se ha visto), reafirmaron esa declaración la ministra del Interior, luego el de Justicia. Y, a continuación, el elenco de parlamentarios de la izquierda más obediente, apuntando con nombre y apellido: el exministro del Interior Andrés Chadwick.
Sabrá usted perdonar tanta suspicacia, pero todo indica que en estos días ha dado vueltas por ahí una minuta, con las instrucciones precisas de cómo contribuir a darle densidad a un burdo diseño comunicacional.
Con una trayectoria pública sobresaliente, reconocida por adherentes y adversarios, Andrés Chadwick ya fue víctima de una operación de la izquierda —toda ella, incluida la ex Concertación— que debiera pasar al registro histórico entre las más abominables que han tenido lugar en nuestra República.
En pleno estallido, y ya renunciado como ministro del Interior, la entonces oposición lo acusó constitucionalmente por los atropellos a los derechos humanos, mientras la primera línea prendía fuego a Santiago y a las principales ciudades.
Traicionado por amigos de toda una vida, varios de los cuales han reconocido en privado que no había mérito para esa condena política, permanece inhabilitado para ejercer cargos públicos hasta fines de este año.
¿De qué se le acusa ahora a Chadwick? De ser cercano a Luis Hermosilla, investigado por delitos graves, y, por extensión, de los mensajes que el abogado intercambiaba con el ex PDI Francisco Muñoz.
Poco importa que el registro de amistades y clientela de Hermosilla dé vuelta la carta de colores: militante del PC en los 70 y 80, representante de las familias de José Miguel Parada y Jaime Guzmán y, hasta noviembre pasado, de Miguel Crispi, jefe de los asesores del Presidente Boric. O que sea hoy reconocido por arrogarse misiones que nadie le daba, para sentar su poder y conseguir favores.
Solo importa la hebra que lleva a Hermosilla, manchado por un escándalo, a Andrés Chadwick.
Podría ser incluso gracioso, si no fuera un tema de trascendencia institucional, el hecho de que los mismos que lo expulsaron de ocupar un lugar en los tres poderes del Estado por cinco años, exigen hoy la presencia del exministro en la comisión investigadora del caso Audio. Un diputado del PS insinúo que podría tratarse de una “asociación criminal”.
La edad de la inocencia pasó hace rato. Se va haciendo cristalina como el agua la intención de desacreditar a quien cumple hoy un rol clave en la oposición. El plato de fondo: conectar contra Chadwick la misma máquina que trabajó incansablemente por décadas contra Sebastián Piñera, para demoler ahora a su más cercano.
No es un alto estándar moral el que inspira a gran parte de la izquierda frente a la corrupción. Es un torcido sentido de poder, que la mueve a usar lo que tenga a mano, para mantenerlo a como dé lugar. La misión ahora es intentar quebrar la integridad de quien tiene un liderazgo indiscutido en la derecha, fundado en la sagacidad y la experiencia.
Han llorado amargamente la derrota en la elección de la presidencia del Senado y dan discursos sobre la palabra de honor y la confianza. Y qué son el honor y la confianza en el ejercicio de la política, sino jamás someter a nadie a la imputación de delitos sin un solo antecedente; y condenar, sin matices, la vocación para acallar, por las malas, a quienes piensan a Chile más allá de un metro de distancia. (El Mercurio)



