A la senadora Paulina Vodanovic, presidenta del PS, le preguntaron el domingo 9 en Reportajes de “El Mercurio” si su partido buscaba un gobierno que retome la senda de Allende, impulse una refundación o proponga cambios más moderados. Su respuesta fue esta: “Si hay un concepto que no me gusta es el de moderación. Se instaló a partir de las municipales; el propio Presidente Boric dijo que había triunfado la moderación. El Partido Socialista nunca ha buscado la moderación. Esa no puede ser la actitud de un partido que quiere cambiar Chile”.
¿A quién le hablaba la senadora de ese modo? No daba la impresión de dirigirse a la mayoría de los chilenos, la cual no tiene dudas sobre el valor de la moderación después de tantas convulsiones vividas por Chile en los años recientes, cuando la violencia y el pillaje dominaban las calles y el oportunismo político campeaba en el Congreso. Parece que les hablaba a los militantes socialistas, que deben votar en las elecciones internas. Y se deduce que estima que ese es el lenguaje más conveniente.
Decir que “el Partido Socialista nunca ha buscado la moderación” trae de inmediato muy malos recuerdos. Se trata, obviamente, de los años de la Unidad Popular, cuando ese partido, bajo la influencia del castrismo, llamaba a avanzar sin transar y, junto al resto de la izquierda, caminaba hacia el precipicio. Fue muy alto el costo humano de la inmoderación, y si las nuevas generaciones de militantes socialistas tienen una percepción confusa de ello, quiere decir que hay motivos para preocuparse.
En los años de la dictadura, el PS extrajo lecciones de sus inmensos errores, dejó atrás la ensoñación revolucionaria y asimiló la experiencia de los partidos socialdemócratas de España, Francia, Alemania y otros países. Ello le permitió redefinir sus conceptos sobre el cambio social y convertirse en un actor muy importante del proceso de recuperación de las libertades. La renovación socialista fue determinante para que Chile tuviera una transición democrática exitosa y para que los gobiernos concertacionistas llevaran a cabo una tarea de progreso que hoy pocos se atreven a negar.
Pero, ¿qué quedó de aquel trayecto que parecía responder a un aprendizaje sustancial? Es la pregunta que mucha gente se hizo en los oscuros días de octubre de 2019, cuando pareció revivir el antiguo desprecio por la “democracia burguesa” y el PS trataba de no quedarse atrás en medio del frenesí de apariencia revolucionaria. Luego vinieron la malhadada Convención y los discursos izquierdistas contra la Constitución que llevaba la firma del Presidente Lagos. Y más tarde, la campaña por el Apruebo del engendro respaldado por el gobierno de Boric. En fin.
Los dichos de la senadora obligan a imaginar la eventualidad de que todos los líderes políticos llegaran a decir, como ella, que no les gusta la moderación. ¿Dentro de qué parámetros se desenvolvería entonces la vida política? ¿Qué posibilidad habría de convivir en la diversidad y establecer acuerdos elementales para que la competencia por el poder se desarrolle exclusivamente por medios pacíficos? ¿Sería viable la alternancia?
La moderación política solo significa aceptar los límites propios de la democracia liberal. No implica renunciamientos doctrinarios ni tampoco flotar en la indefinición. Solo puede entenderse como sentido de las proporciones y adhesión sin dobleces al marco institucional que protege el pluralismo. Por supuesto que ello exige renunciar a la revolución y a la idea de conquistar el poder y quedárselo.
En los tiempos que vienen, será vital que prevalezca la templanza en todas las fuerzas políticas, ya sea que estén en el gobierno o estén en la oposición. Lo primero es afianzar el respeto al Estado de Derecho y asegurar el imperio de la ley en todo el territorio. La estabilidad y la gobernabilidad son condiciones indispensables para que el país pueda fortalecer la seguridad pública, crecer económicamente, crear empleos, elevar la calidad de los servicios públicos, atender las urgencias en salud, educación y vivienda. Ello supone diálogo y búsqueda de acuerdos para mejorar lo que existe.
Hace dos años y medio, Chile se salvó de ser refundado. Fue una manifestación de madurez y realismo de la mayoría de los ciudadanos. Signo de moderación, sin duda. La aventura constituyente dejó grandes enseñanzas respecto de lo que debemos evitar a toda costa. Necesitamos fortalecer la democracia y alentar el progreso material y espiritual entre todos. (El Mercurio)
Sergio Muñoz Riveros



