Cada vez que un Presidente necesita decir que él está gobernando es porque hay buenas razones para que la opinión pública sospeche que el gobierno no está cumpliendo debidamente su obligación de gobernar. La lamentable frase que improvisó el Presidente Gabriel Boric el fin de semana recién pasado, cuando señaló que “aquí se gobierna hasta el último día” se sumará a la larga lista de frases desafortunadas que ya acumula el inexperto Mandatario. Lo que es peor, la frase viene a alimentar las dudas ampliamente extendidas de que Boric nunca logró habitar cómodamente el cargo de Presidente de la República.
El 11 de marzo de 2022, en uno de sus primeros actos como Presidente, Boric saludó, desde el segundo piso del palacio presidencial de La Moneda a miles de simpatizantes que llenaron la Plaza de la Constitución. Al concluir la alocución, repleta de compromisos con la justicia social, el bueno gobierno y el desarrollo inclusivo y sostenible, Boric, que también aprovechó de hacer referencias a Salvador Allende, el Presidente que entonces parecía ser el modelo que más lo inspiraba, salió del balcón presidencial y, ante las cámaras de televisión, hizo el gesto de un suspiro de alivio y preocupación. En lo que no pudo ser sino un desliz freudiano, Boric parecía querer comunicar que entendía lo complejo que iba a ser cumplir con las altas expectativas que él mismo había alimentado durante la campaña y a la vez estar a la altura de la imagen de un líder valiente y profundamente transformador que había cultivado el entonces diputado de extrema izquierda.
Lee también de Patricio Navia: El problema es el abuso
En sus primeros meses, el gobierno de Boric se demoró en presentar los proyectos de ley más importantes de su programa de gobierno y cometió torpes errores -como el autodestructivo viaje de la ministra del Interior, Izkia Siches, a La Araucanía para impulsar un proceso de diálogo con los grupos armados que presuntamente defienden la causa mapuche.
Pero el principal error que cometió el gobierno fue desentenderse de su responsabilidad para ayudar a que el proceso constituyente avanzara por un buen camino. De forma excesivamente idealista y demostrando que no sabía hacer política, el gobierno no hizo nada para evitar que el proceso constituyente avanzara por ese sendero autodestructivo que llevó a una amplia mayoría del país a votar por el Rechazo en el plebiscito de septiembre de 2022.
Precisamente porque el éxito del programa de gobierno de Boric dependía tanto de que se aprobara una nueva Constitución, es incomprensible que el Presidente no haya hecho su tarea de acompañar al proceso para que llegara a buen puerto. Así como era esperable que, de haber ganado la elección de segunda vuelta en diciembre de 2021, José Antonio Kast hubiera intentado mover piezas para que el proceso constituyente terminara mal, era evidente que Boric necesitaba que el proceso constituyente terminara bien. El éxito de su propio gobierno dependía de eso.
En los dos años que han pasado desde que fracasó el primer proceso constituyente -y, con ese fracaso, también se frustrara cualquier posibilidad de que Boric tuviera éxito en impulsar las transformaciones que prometió- este gobierno no ha logrado controlar el timón. El país es un barco que va a la deriva. Aunque Boric a veces se esmera en mostrar que ha aprendido a habitar el cargo en estos tres años, ha sido patente la incapacidad del gobierno para fijar un norte y ponerse a trabajar de forma ordenada para lograr un objetivo. La economía no crece, las inversiones se alejan, la delincuencia va en aumento y el gobierno todavía no se decide si quiere ser una administración de continuidad del modelo social de mercado que impulsaron los gobiernos anteriores o si Boric todavía cree que quiere intentar buscar una forma de superar el capitalismo.
En síntesis, en estos tres años, el gobierno ha hecho cualquier cosa, menos gobernar.
Por eso, parece especialmente irónico que Boric haya señalado que pretende gobernar hasta el último día. La historia nos ha mostrado que cada administración pierde fuerza a medida que se acerca el final del periodo. La atención de la opinión pública se comienza a centrar en las próximas elecciones y en las personas con más posibilidades de llegar a La Moneda en el próximo periodo. A todos los gobiernos les pasa lo mismo. Incluso aquellos gobiernos que supieron ejercer el poder y lograron avanzar sus reformas sufren del síndrome del pato cojo en sus últimos meses en el poder. Ningún gobierno puede derrotar el inevitable ciclo político que hace que el Presidente pierda fuerza en sus últimos meses en el cargo.
Aunque todos prometen gobernar hasta el último día, es bien sabido que los gobiernos tienen más fuerza al comienzo que al final de sus periodos. Por eso, después de haber desperdiciado de forma incomprensible sus primeros meses en el poder, mirando desde la banca cómo la Convención Constitucional avanzaba por el camino de la autodestrucción, el gobierno de Boric no tiene mucho espacio para tratar de empezar a gobernar ahora que el reloj ya le juega abiertamente en contra. (El Líbero)
Patricio Navia