Los dos candidatos ganadores están sacando sus cuentas para la segunda vuelta. Lo más importante a tener en cuenta es que su resultado específico no está tan claro como el resultado final que se espera.
Es un error prever el resultado de la segunda vuelta a partir de la suma de los resultados en la primera. Hay varias razones. En primer lugar, por el escenario de creciente volatilidad electoral. En segundo lugar, porque los electores se pueden abstener. En tercer lugar, porque la migración de votantes de una candidatura a otra no es tan predecible. Repasemos estas razones.
Desde hace bastantes años sabemos que las preferencias de los votantes son cada vez más volátiles. Este año además se incorporaron cinco millones de electores nuevos. La gran mayoría de ellos no habían votado antes en una elección presidencial o parlamentaria. Sus preferencias son frágiles, porque no necesariamente asocian sus actitudes con la oferta política disponible: no habían necesitado elegir entre candidaturas.
El hecho de que las encuestas persistentemente hayan mostrado una muy baja cantidad de indecisos no significa que no hayan existido. Conforme a sólida evidencia internacional sabemos que cada vez son más los electores toman sus decisiones muy cerca del día de la elección. Entonces, lo que esos electores contestan en las encuestas tiene poca solidez (si es que las contestan del todo, por los problemas de muestreo que sabemos caracterizan a las encuestas del día a día).
Antes teníamos una oferta política estable, basada en grandes conglomerados, un electorado fijo y mucha mayor politización, tanto en el debate público como en el electorado. Sabemos que eso ya no existe más. Por lo mismo, los electores tienen pocas anclas que les permitan orientarse, en un contexto en que muy pocos siguen el debate público o tienen preferencias de largo plazo. Progresivamente, la agenda de las campañas fue moviéndose desde temas divisivos, que permiten marcar posición, hacia temas de valencia, en que estamos de acuerdo y se compite por quién ofrece mayores garantías en capacidad de gestión. En eso Kast juega con ventaja, pues su promesa de futuro se contrasta con la gestión real del gobierno saliente que representa Jara. Pero hay que ampliar el abanico de temas.
En segundo lugar, las opciones no se reducen a las dos candidaturas, pues también tenemos la abstención. El domingo, cerca de dos millones de electores no llegaron a votar y cerca de 500 mil llegaron, pero para votar nulo o en blanco. Que el voto sea obligatorio no significa que todos los que asistan vayan a elegir una de las dos opciones. Los resultados se presentan como porcentajes de votación válida, pero no sabemos si habrá una abstención diferencial de los electores con cierto perfil de opinión.
En tercer lugar, tenemos el problema de la transferencia de votos, que ya conocemos por la experiencia en segundas vueltas de 25 años. Ya sabemos que son casi una elección separada. Saber cómo se transfieren los votos de una elección a otra no es técnicamente fácil, pero existen algunas estimaciones. Conforme a una de éstas (Miguel Ángel López de la Universidad de Chile), en 2021, el voto de Franco Parisi se dividió en tres. Alrededor de la mitad se abstuvo en segunda vuelta. El 32,1% se fue a Boric y el 22% se fue a Kast. En consecuencia, no se puede pensar en sus votos como un bolsón que se puede transferir sin más, especialmente por la diversidad que encierra.
Tomemos en cuenta que los electores que votaron por candidaturas que no pasaron a segunda vuelta, ya votaron en contra de aquéllas que sí lo hicieron. Sumarlos va a requerir un trabajo especial de consolidación de cada sector, que se añade al esfuerzo de mantener los propios electores. José Antonio Kast tiene una ventaja evidente, pero requerirá trabajar en su discurso. En 2021, no toda la votación de Sichel fue a Kast. El 29,4% de sus votantes fue a Boric y el 13% se abstuvo. En 2021, conforme a las mismas estimaciones, de entre quienes se abstuvieron en primera vuelta, el 20% fue a Boric y el 10% fue a Kast. Y esos electores que se abstuvieron en 2021 no son pocos. Son parte de los nuevos electores de hoy.
En análisis electoral existe la analogía del cisne. Uno puede observar quietud en la superficie, pero por debajo hay gran cantidad de movimiento. No nos dejemos engañar por una ilusión de estabilidad propia de una época que ya pasó. (El Líbero)
Marcel Aubry



