Aunque el gobierno de Donald Trump mantiene un discurso centrado en la lucha contra el narcotráfico y la seguridad fronteriza, diversos análisis internacionales sugieren que la atención real de Washington en la región se ha desplazado hacia un terreno estrictamente geopolítico. Desde los movimientos militares en torno a Venezuela hasta la inusual atención sobre la dinámica política en Honduras, todo indica que Estados Unidos está rearmando su influencia en el continente.
El cambio de narrativa
Investigaciones recientes de Reuters revelan que la fase siguiente de la política estadounidense hacia Venezuela ya no se limita al combate contra el narcotráfico, sino que apunta directamente a incrementar la presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro. ABC News coincide al señalar que Washington ha comenzado a fusionar “crimen organizado” y “gobiernos de izquierda” en un mismo marco discursivo, permitiendo presentar acciones estratégicas como parte de la lucha antidrogas. La retórica de seguridad, por tanto, se ha convertido en un instrumento funcional para objetivos de mayor escala.
La preocupación estratégica
Durante el último año, altos funcionarios estadounidenses han reiterado que la expansión china en puertos, minerales, telecomunicaciones y cooperación en seguridad constituye una “penetración estratégica” en el hemisferio. A ello se suma la persistente presencia rusa en Venezuela y Cuba. Para Washington, estos gobiernos ya no representan únicamente procesos políticos internos, sino nodos de proyección de poder para Pekín y Moscú. Diversos centros de estudios sostienen que los movimientos recientes de Estados Unidos en el Caribe forman parte de un rediseño geopolítico más amplio.
El caso hondureño
Honduras, pese a no ser un actor regional dominante, se ha convertido en un punto de atención relevante para Washington. El apoyo explícito a sectores conservadores, los ajustes en la política de cooperación y la sorprendente disposición a considerar el indulto del expresidente Juan Orlando Hernández revelan que Estados Unidos concibe al país como un “caso demostrativo” de posible reorientación política. Su importancia no radica en su peso económico o demográfico, sino en la señal que podría enviar sobre la capacidad de Washington para influir nuevamente en Centroamérica.
Un tablero que se estrecha
La presión sobre Venezuela, el involucramiento directo en la dinámica hondureña y el uso creciente de herramientas diplomáticas y económicas indican que Estados Unidos está redefiniendo las fronteras políticas de la región. Para muchos países latinoamericanos, la creciente dependencia económica de China, los vínculos energéticos y financieros con gobiernos afines a la izquierda y la persistente influencia militar de Estados Unidos dificultan mantener una posición neutral. El margen para evitar tomar partido parece reducirse en un contexto de competencia cada vez más explícita.
Conclusión
El regreso de la política estadounidense hacia un enfoque geopolítico coloca nuevamente a América Latina bajo la presión de fuerzas externas. Venezuela actúa como eje de tensión, Honduras como termómetro político y el resto de la región observa cómo su autonomía puede verse condicionada por decisiones tomadas lejos de sus fronteras. La pregunta de fondo es si América Latina será actor o escenario dentro de este nuevo tablero estratégico. Si Washington insiste en promover una lógica de alineamiento, la región podría enfrentar costos en términos de soberanía y estabilidad que trascienden la retórica antidrogas. (Red NP)
Andrés Liang
Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica



