Importa señalar que todos los beneficios que se desprenden de la reforma se implementan desde los 65 años, lo que, en línea con lo señalado, representa un avance respecto del actual límite de jubilación femenina.
Si bien es cierto que establecer una nueva mayor edad a quienes tienen en perspectiva próxima jubilar es cambiar las condiciones pactadas, sí es posible generar un cambio escalonado que permita postergar la edad mínima de jubilación y profundizar los incentivos ya existentes para premiar su prórroga, partiendo por quienes hoy comienzan su vida laboral cotizando.
Esto se enmarca dentro del camino tomado por múltiples democracias europeas que, desandando el camino del beneficio definido, avanzan hacia la capitalización individual y progresivamente aumentan la edad de jubilar. Como muestra, el reciente caso de Dinamarca.
Asimismo, es bueno revisar propuestas que no han prosperado en el debate, como la cotización por consumo o la llamada cotización “marraqueta”, es decir, un fondo para recién nacidos que incentive la capitalización temprana.
Huelga decir, por supuesto, que los retiros previsionales (a los cuales muy pocos congresistas nos opusimos férreamente) causan un daño irreparable a la jubilación en cualesquiera que sean sus modalidades posibles.
Abordar esta discusión anticipadamente e implementar instrumentos complementarios como los señalados, permitiría profundizar en la sostenibilidad de un sistema reconocido al alza en los rankings internacionales especializados como uno de los mejores sistemas previsionales a nivel mundial. (El Mercurio)
Luciano Cruz-Coke
Senador
